sábado, 18 de agosto de 2018

Sensaciones

Son las dos de la madrugada del sábado; formo parte de un divertido grupo que esta celebrando el cumpleaños de dos personas muy queridas en el mundo liberal en la zona norte de España.

La noche comienza con un grupo de unas treinta personas que nos citamos para cenar en un restaurante. Entorno a la una, un grupo más reducido, de unos doce, trasladamos la fiesta a una casa rural alquilada cerca del restaurante para la ocasión. 
Coincide que llueve a chuzos y el tiempo está frío fuera pero la casa, además de preciosa, resulta muy acogedora y calentita; incluso tenemos la chimenea encendida presidiendo el enorme salón. 

Cojo de la nevera una cerveza con limón y veo a un pequeño grupo recortando papelitos con los nombres de todos los asistentes. Me entero entonces que del techo del salón (hecho con vigas de madera) han colgado cuerdas de las que veo sujetas esposas para juegos bdsm. Sobre el armario, en cajas y todos bien colocados, me encuentro un amplio surtido de máscaras, fustas, pinzas, látigos, aceites comestibles de diferentes sabores, plugs y demás artilugios que una buena amiga ha tenido a bien traer para vestir la noche de una nueva forma de placer desconocida hasta ahora por parte de los asistentes. 

Me siento sobre la mesa del salón mientras observo con placer todo lo que tengo alrededor. La piedra de las pareces junto con la madera de la decoración, la luz tenue que inunda la estancia, el sonido de la música mezclado con  las risas y las charlas del grupo y todas esas personas a mi lado, tan a gusto y tan abiertos a recibir el placer a través de cualquiera de nuestros sentidos me recuerdan, una vez más, lo afortunada que soy por poder formar parte de todo esto.

Se decide que el nombre que saque la mano inocente (¿¿inocente???) de la bolsa donde se han metido los papelitos recortados hace un momento será la primera persona que "sufrirá" atada y con los ojos vendados, de una buena sesión de bondage a niveles soft y de juego casi familiar y distendido. No estamos aquí para tomarnos nada en serio, tan sólo se trata de divertirse. Sexo vainilla le llamarían algunos.

Intuyo que mi nombre será el elegido y, efectivamente, el azar ha querido que me toque romper el hielo. Le doy un trago a mi cerveza y me dejo hacer, sé que estoy en las mejores manos y seré muy bien tratada y utilizada.
Dos de las mujeres se encargan de todo y comienzan por esposarme y atarme a una de las cuerdas que cuelgan del techo. Ante mí, veo al resto del grupo observándome ansioso por ver comenzar un juego que se nos antoja muy morboso. Me colocan el antifaz rosa sobre los ojos y, con la oscuridad, comienza mi placer a través del resto de los sentidos.

Escucho el murmullo del grupo mezclado con la música que llena el ambiente y trago saliva mientras siento que el corazón bombea con fuerza.

Empiezo a sentir manos sobre mí. Una, dos....quizá seis diferentes. Me resulta difícil distinguir el número. Tocan mis labios, mis mejillas, mis brazos y piernas....Una comienza en mi cuello y baja a través del pecho hasta mis tetas...uffff....me retuerzo, echo mi cabeza hacia atrás y me siento suspendida en el aire por la cuerda. La sensación se parece mucho a la de gravitar y juraría que me encuentro en un Universo paralelo en el que sólo deseo dejarme llevar y disfrutar hasta el éxtasis.
Me tocan el culo y lo manosean bien; sea quien sea se está recreando en mis grandes y duras nalgas.

Mi boca siente la humedad de unos labios. Es boca de mujer, lo sé por su aroma y el roce de su pelo largo sobre mis hombros. Mis labios responden y le devuelvo el beso, mezclamos nuestras lenguas y distingo la suavidad de sus labios y el dulzor de su saliva. Se aleja y sonrío.

Dolor, dolor suave sobre mis pezones. Una voz de mujer me pregunta si es demasiado, le respondo que no; me dice que me ha puesto unas pinzas y le pido que, si es posible, las apriete más. Aun así, el dolor es moderado y muy muy excitante.
Mis pezones se mantienen irremediablemente erizados mientras una boca lame mis pechos.

Suavidad, ternura....algo cubierto de pelo suave recorre mi espalda, el placer es inmenso y un escalofrío me recorre provocando que vuelva a dejarme colgar de las cuerdas.

Caricias sobre mis brazos y piernas, en mis mejillas. Pequeñas cosquillas que se entremezclan con las punzadas que siento, de cuando en cuando, en mis pezones.

Ahora alguien abre mis piernas, no puedo evitar sentir un escalofrío. Espero ansiosa el momento y este llega sin demora: lametazo en mi clítoris. Placer, placer indescriptible.
Una boca se apodera de mi coño pero no consigo adivinar si es masculina o femenina, aunque realmente me da igual.
Y, cuando pienso que no puede existir mayor placer, mi culo es profanado por otra lengua ansiosa.
Gimo en un grito ahogado, siento que me voy a correr de gusto. Entonces.....ambas bocas se apartan de mis preciados tesoros provocándome un sufrimiento casi colérico.

El corazón me palpita y mi respiración está agitada, me retuerzo suspendida en la  cuerda y las correas que sujetan mis muñecas comienzan a marcar mi piel.

Las manos, que nunca dejaron de tocarme, siguen recorriendo mi cuerpo sin descanso. De cuando en cuando, recibo un buen azote en las nalgas que me despierta sin piedad.

Pasado el tiempo, del que no llego a tomar conciencia, una voz masculina me susurra al oído que me va a soltar y yo asiento obediente. Cuando mis manos se quedan libres de ataduras, dos personas se encargan de sostener mis lánguidos brazos cansados de la tortura sufrida y me acompañan, con cuidado, a otro lugar que aún desconozco. El antifaz aun me tiene ciega y esa sensación de dependencia me excita más si cabe.

Camino unos pasos y me detienen frente a lo que parece un sofá. Mis piernas lo tocan y siento la rugosidad de la tela. Entonces me colocan sobre él y abren mis piernas de manera que cada una de ellas quedan apoyadas en sus dos orejeras. Desnuda, frágil, abierta para ellos y excitada como una perra.

De nuevo manos y bocas comienzan a apoderarse de mi piel, de mi boca, de mi coño y culo. Creo distinguir a tres personas diferentes, todos hombres por su aroma, la rudeza de sus brazos y lo musculado de sus espaldas, pero es complicado calcular. Siento calor en mí clítoris, una boca húmeda ha comenzado a lamerlo. Me retuerzo. Mientras, unos dedos juegan hasta provocarme dolor en uno de pis pezones mientras una boca mordisquea el otro alternando dolor con calidez.

Comienzo a gritar, mi orgasmo se acerca. Siento como de mi coño comienza a emanar el néctar que cualquier hombre desea para sí, el trofeo tras el trabajo bien hecho en mi clítoris. Justo en ese momento, cuando me quedan segundos para alcanzarlo, siento un dedo entrar con decisión dentro de mi ano. Exploto. Durante unos minutos tiemblo, sudo, jadeo, tengo espasmos y gimo. Un orgasmo de 10, de los que recuerdas para toda la vida.

Cuando vuelvo a tomar conciencia de dónde estoy, me quitan el antifaz y entonces me doy cuenta de que el resto de la sala está aplaudiendo satisfecha. Aun necesitaré unos minutos para reponerme. Acabo de vivir una experiencia sensorial maravillosa y mi cuerpo reposa agotado y complacido sobre esta butaca tan cómoda.

Sin demora, la mano inocente saca otro papelito de la bolsa. Comienza el juego de nuevo.....







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