sábado, 28 de enero de 2017

Cosas que pasan

Ocurrió una noche de fiesta cualquiera. Me reuní con un grupo de amigas, todas mamás del cole, para salir a cenar y tomar algo por los bares de Gijón. Y esa noche, como pasa una vez entre muchas, se tornó más divertida y morbosa de lo que yo hubiera imaginado.
El calor de la noche de Septiembre, las ganas de diversión y un poco más de alcohol de la cuenta consiguieron que la velada se alargase mucho más de lo esperado.

En el principio de la noche éramos ocho las chicas, pero según iban pasando las horas, cada vez íbamos quedando menos. A las seis de la mañana éramos tres las supervivientes. 
La noche pasó rapidísima, de hecho, nos dieron las ocho de la mañana  y, con ello, el cierre del último bar en el que estuvimos, sin darnos apenas cuenta.

Recuerdo pasar gran parte de la noche charlando con varios hombres, bailando y riendo con las chicas. También recuerdo como una de ellas, Alex, bailaba junto a mi de manera sinuosa para atraer la atención de los chicos que nos miraban. Aunque es bien cierto que no le es necesario hacer nada de eso, pues acapara las miradas de todos los hombres por allá por donde pasa.
Ese día descubrí que a Alex, separada desde hace un par de años y madre de un niño, le encanta jugar. Sabe como hacerlo para poner a los hombres locos a su alrededor. De hecho, varios de ellos estuvieron colgados de ella durante gran parte de la noche.

En cierto momento, no se le ocurrió mejor idea que inventarse que era lesbiana y decir que yo era su pareja. Dicho sea que ese juego lo he visto muchas veces en mi vida, sobretodo  en mi etapa juvenil, para poner muy cachondos a los chicos. Porque si, porque eso en vez de conseguir alejarlos de una, consigue que se queden pegados como las abejas a la miel.
Y así fue. Grupos de hombres calientes como monas nos rodeaban y aplaudían cada vez que Alex acercaba sus labios a los míos y me daba un piquito mientras bailábamos sexy al son de la música.

Yo, que procuro separar mi vida vertical de la horizontal estaba comenzando a perder el norte para dejarme llevar por la noche y por la situación.
Y, claro, cuando Alex decidió ir más allá y me metió la lengua entré en "no retorno" y le dí un beso (nos dimos un beso) de esos que se te quedan de recuerdo para toda la vida.
Entonces se lo dije: "Cuidado Alex, que me esta gustando, yo soy bi" Y a Alex  eso no sólo no la frenó, sino que le pareció, por lo que me demostró, la mar de divertido y cachondo.

La noche, o mejor debo decir la mañana, comenzó a tornarse totalmente sexual. No paramos de bailar, besarnos y acariciarnos hasta que el bar echó el cierre y tuvimos que salir a la calle. Y, una vez fuera y de camino a nuestras casas, ya con la luz del día, seguimos haciendo paradas para besarnos.

Por supuesto, nos seguía un grupo de fans del morbo, con las pollas tiesas y las ganas de participar a flor de piel. Por supuesto, les dejamos con las ganas.

LLegamos al portal de Alex y yo la ofrecí acompañarla a casa, pero me dijo que para eso no estaba preparada. Lo respeté. Sé que para la próxima es fácil que le apetezca y se decida. Y entonces, estoy segura, pasaremos unas horas muy divertidas juntas. Yo la desvirgaré como bisexual y ella disfrutará de su cuerpo y del mío. 

Yo acabé la noche en casa de uno de los chicos que nos acompañaban, pero lo que ocurrió no merece la pena ser contado. Sólo lo hice porque me quedé caliente como una perra y no me paré a pensar que eso no merecía ya la pena.

La otra mamá que nos acompañaba se limitaba a ver la escena, disfrutar y reírse un montón. Al día siguiente, vía whatsapp, nos prometimos las tres que lo que había ocurrido sería un secreto entre nosotras.

Cada mañana las veo y el trato es totalmente natural y distendido. ¡Me encanta ser mujer!




NO SOY PERFECTA YA LO SÉ, NO HAY DUDA
PERO SOY LA PERFECTA PARA TI, LA TUYA.