jueves, 23 de agosto de 2018

Siempre tuya

Deseo que vistas mi piel desnuda con tu saliva, necesito que la brisa fresca erice mi piel con tu humedad. Recórreme entera como solo tu sabes hacerlo y hazme temblar de gusto en cada lametazo.

Hinca tus dientes en mis nalgas, marca mi carne con tu sello, hazlo de tal modo que nunca se me olvide que soy tuya.

Despierta mis pezones con tus labios, peñízcalos hasta que me duela, provoca calambres en mis tetas hasta sentirme temblar de impotencia.

Seca mis lágrimas con tus dedos y, después, vuelve a abofetearme. Mezcla tu inmensa ternura con lo fosco de tu rudeza. Hazme sentir presa de ti.

Maltrata mi clítoris hasta el sufrimiento. Acércame al borde del orgasmo cien veces para después dejarlo desnudo de tus dedos y ansioso hasta la tortura. Quiero odiarte para desearte más, ansío volver a sentirme a tu merced.

Penétrame fuerte y hazme daño, embiste mi coño en cada empujón. Hazme sentir que me rompes por dentro, procúrate dejármelo herido hasta nuestro siguiente encuentro asegurándote así que sólo a ti te lo ofrezco.

Tápame la boca mientras me follas, no dejes que pueda expresar mis sentimientos. Cállame, no permitas que te diga "te quiero", "te necesito", "te deseo". Haz con tu mano ruda que me quede sin aliento, sabes que así mi orgasmo será aun más intenso.

Llena mi boca con tu inmensa polla, no dejes un hueco por el que pueda respirar. Ahoga mi nariz con tus dedos para después follarme la boca sin piedad. Cuando tu lo desees permite que recobra el aliento para después volverme a atrapar.

Y, sólo cuando tu desees correrte, hazlo sobre mi cara para humillarme mientras sujetas fuertemente mi pelo. Mis ojos quieren verse ciegos por tu semen, mi rímel esparcido por mis mejillas y el calor de tu leche me recordará que debo mantener la boca bien abierta para ti.

Después, bésame. Bésame como nadie antes supo hacerlo. Regálame tu cariño y agradecimiento, sonríe con esa boca tuya del pecado, quiero volver a ver tus ojos iluminados y felices. 

Porque tu lo sabes, tu felicidad es la mía.


martes, 21 de agosto de 2018

El masajista

Hubo un tiempo en el que me veía con un masajista. 

Sinceramente el chico no me atraía demasiado, debo reconocerlo. Puede decirse que me aproveché un poco de él. Aunque pensándolo bien, él también sacaba provecho de la situación: tocaba lo que quería y se iba de mi casa masturbado y feliz. Nunca permití que me besara, ni en el cuerpo ni en los labios.

Cada miércoles, puntual, venía a las once de la mañana a mi casa. Y llegaba cargado con su camilla portátil, su sábana desechable y sus aceites (había adquirido los aromas que a mí se me habían antojado). !Traía un montaje el pobre chico!

Yo, sintiéndome por primera vez algo puta, le cambiaba una hora de masaje descontracturante por otra de sobeteo, en la que él aprovechaba para masturbarse hasta llegar al orgasmo. 
 La primera parte siempre era sobria y profesional y debo decir que era realmente bueno en lo que hacía, me dejaba el cuerpo relajado tras cada sesión.
Pero cuando ya se acercaba el final de la primera hora, sus manos comenzaban a tocarme de manera diferente. Como sin querer se adentraban entre mis nalgas o entre mis piernas para ir, poco a poco, rozando mis labios exteriores en cada pasada. 
Al tiempo, con cuidado, separaba mis piernas para poder acceder mejor a mis ingles y, de ahí, comenzaba a adentrarse poco a poco en mi coño. La sensación del aceite y sus manos calientes sobre mí clítoris me proporcionaban un gran placer, aunque nunca llegué a correrme.

Después se deslizaba por mi vientre y subía por mi pecho hasta mis tetas. En ellas se recreaba la mayor parte del tiempo. Masajes amplios y sensuales con sus suaves manos empapadas en aceites de esencias que erizaban mis pezones regalando una tersura extra a mis tetas.

De cuando en cuando le gustaba meterme un dedo en el coño y otro en el culo a la vez y entonces aprovechaba para masturbarse con la otra mano. 

Cuando ya estaba cerca de correrse me pedía que me diera la vuelta y se recreaba con mis glúteos hasta que le llegaba el orgasmo. Le encantaba descargarse sobre mi culo, llenármelo de leche y ver el contraste entre el brillo del aceite y su corrida.

Los días que me pillaba inspirada o algo más caliente de la cuenta, le comía un ratito su pequeña polla y entonces se iba aun más feliz. 

Cuando terminaba, le tocaba otra vez recoger todo el tinglado y a mi me hacía cierta gracia. Gracia por todo lo que tenía que montar el pobre chico para conseguir un poco de morbo cada semana.

Creo recordar que esto duró aproximadamente tres meses y a él le costó mucho aceptar que nuestra "extraña relación" se había acabado cuando le insté a que no volviera a más a mi casa. 

Pero es que es muy difícil tener sexo, del tipo que sea, con un hombre que no te atrae....




Un día cualquiera

A pesar de ser una sencilla ama de casa y una madre entregada, mi día a día, lejos de parecerse a la de cualquier mujer en mi misma situación, esta lejos de la rutina y el aburrimiento.

Siempre me están ocurriendo cosas divertidas y peculiares; unas las busco pero otras llegan sin más.

Eso fue lo que me ocurrió hace aproximadamente mes y medio una mañana de entre semana en mi casa. 

Tengo un amigo de los muchos que conocí a través de las redes sociales. Es uno de esos amigos que siento verdaderamente como tal, de los pocos que están ya un nivel por encima de la mayoría. Esos amigos que ya conocen cual es mi nombre real, como se llama mi hija y se interesan por cómo estoy fuera del plano meramente sexual. Amigos en los que puedo confiar y que confían en mí. 

Cierto es que, con todos ellos, el sexo suele ser una conversación recurrente. Al fin y al cabo es lo que nos unió y los gustos suelen ser parecidos en esa parte de nuestra vida. No hay nada más satisfactorio que poder hablar con alguien de todo,  con naturalidad y sin tabues.

Es por ello que cuando tomamos un café la última vez decimos hacerlo en mi casa, como ya ha ocurrido en tantas otras ocasiones. Dependiendo del tiempo de cada uno y de las ganas, alterno las citas con mis amigos en cafeterías o mi salón. 

Hacía ya bastante tiempo desde la última vez que nos habíamos visto y, a pesar de hablar a menudo por messenger, parece que en persona siempre surgen nuevas cosas que contar. 
El y yo hemos tenido en el pasado encuentros sexuales muy satisfactorios, encuentros no tan basados en el clásico folleteo y más centrados al morbo y las sensaciones. Siempre hemos tenido unos gustos muy parecidos en la manera de encontrar el morbo en las situaciones menos esperadas.

En un momento determinado la conversación derivó a recordar momentos puntuales de nuestros encuentros, como la primera vez que estuvimos juntos u otras escenas que realmente encienden a uno  cuando regresan a la memoria.
Cierto es que ese día yo no estaba especialmente receptiva, no todos los días es domingo. 
Sin embargo, mi amigo, comenzó a calentarse de manera exponencial. Y, claro, llegó a un punto en el que no había cabida al retorno. 

De manera sorpresiva se lanzó a mi boca y yo no pude más que responder a sus besos. Durante un tiempo nos besamos y me magreo y comió las tetas con verdadera ansia. El deseaba verdaderamente pasar a mayores pero notó mi falta de entrega y desistió.

Cuando nos estábamos despidiendo me pidió permiso para ir a mi cuarto de baño a hacerse una paja. La polla le explotaba y necesitaba descargar. Sino era consciente de que no podría concentrarse para nada más en el resto del día. La confianza que nos tenemos hace que este tipo de petición no resulte desagradable ni incómoda.

Le invité a hacerse la paja tranquilamente en mi salón y me fui a buscarle una toalla para que se limpiara al terminar. Al principio se quedó descolocado, pero pronto comprendió en casa de quien estaba. Esas cosas conmigo pueden ocurrir de la manera más natural y él lo ha vivido en varias ocasiones en carne propia. 
Me preguntó si yo iba a estar presente o le dejaría sólo y la respuesta fue obvia. Yo me senté a su lado para observarle mientras se masturbaba. 

Y ahí estábamos los dos, el con la polla fuera fuera y cascándose una señora paja y yo charlando con él mientras le observaba. No tardo demasiado en correrse, estaba demasiado cachondo. 

Cuando terminó, me ofrecí a limpiarle con cuidado el semen que (como siempre abundante) había salpicado por toda su vientre. Siempre me ha gustado limpiar a los hombres cuando se corren, supongo que mi tendencia a la sumisión juega un papel importante en eso.

Tranquilo y relajado por fin, se pudo ir de mi casa a seguir con su trabajo. Yo enseguida me enfrasqué en mis tareas como la señora de mi casa que soy y a otra cosa mariposa.

Quizá esta anécdota sea un buen ejemplo de lo que resume mi vida y por eso os lo quería contar.

Capricho de una noche

Lo que sucedió ese día quizá nunca debió de suceder, pero todos cometemos errores y lo importante es hacerse cargo de ellos cuando toca asumir responsabilidades.

La realidad es que en el momento en que decidí follarme a ese hombre nada me hubiera impedido cambiar de idea. Me encapriché de él y lo único que me importaba esa noche era sentirle dentro y comerme su polla, que se me antojaba grande y bonita. Puedo adelantar que no me equivocaba.

La velada comenzó sin ninguna novedad: tres parejas quedan una noche de sábado para tomar unos vinos y después irse a cenar a un restaurante. Los tres hombres son compañeros de trabajo y amigos, las mujeres han ido cogiendo cierta confianza con el paso de los años a través de los cinco o seis encuentros anuales; ya fuera en barbacoas, días de playa, comidas, vermut o cenas compartidas.

Cierto es que Rubén siempre me pareció un hombre interesante. Sin tener ningún rasgo que llame la atención en particular, resulta un hombre sexy y varonil en su conjunto. Tiene muy buena conversación y al trato es amable y simpático. Su voz es grave y masculina y viste como un pincel, siempre elegante y bien perfumado. 

Hasta esa noche ese hombre nunca había formado parte de mis fantasías, pero la barbita de tres días que se había dejado para la ocasión desató a la bestia que reside en mis entrañas (o coño, como lo prefieras llamar). Estaba tan guapo, tan irresistiblemente guapo....Acababa de llegar de sus vacaciones al sol y su piel lucia bronceada, lo que destacaba aun más lo blanco de sus dientes perfectos.

El alcohol comparte el cincuenta por cierto de mi culpa, el otro cincuenta lo asumo yo solita. El pobre Rubén tan sólo fue, esa noche, un hombre débil que cayó en las redes de una mujer capaz de cualquier cosa por conseguir su objetivo. Tengo que decir en mi defensa que me resultó increíblemente sencillo. Una de dos; o Rubén es un hombre muy fácil o, quizá, él deseaba que algún día le llegase un momento como este. Es hombre, cualquier teoría puede ser válida.....

Antes de sentarnos a la mesa yo ya le había lanzado dos o tres miraditas que le dejaron descolocado, pero cuando comenzamos con los entrantes Rubén ya había captado a la perfección el mensaje.
Sonrisas tontas, miradas furtivas y algún que otro puyazo de soslayo confirmaron mi ilusión: esta noche me lo follaría. 
Las circunstancias no iban a ayudar a tener un buen encuentro, más bien sería algo rápido y en algún lugar angosto, pero lo morboso de la situación y mi deseo por hacerle mío pesaban más que cualquier complicación.

La noche estaba resultando muy divertida pues el pobre hombre no daba pie con bola, se le notaba nervioso y descentrado. En un par de ocasiones su mujer hubo de reñirle, como solo sabemos hacer las mujeres cuando hay más personas delante, porque se le caían los cubiertos al suelo y a punto estuvo de derramar su copa de vino varias veces. 
Yo no podía más que reírme y mojarme al mismo tiempo, su situación estaba provocada por mi y eso me ponía muy cachonda.

Tras la cena decidimos irnos a un bar a tomarnos unos digestivos. Nos trasladamos a un local de moda en la noche gijonesa, lleno de gente y con la música alta. 
Esa noche el alcohol había regado cada uno de los seis cuerpos que formaban el grupo y las risas y los bailes no tardaron en llegar, margarita o gintonic en mano.

En mi defensa puedo alegar que apenas provoqué roces con Rubén, sino más bien estos ocurrieron solos fruto de los bailes. Nada diferente de lo que estaba haciendo el resto del grupo. Eso sí, en cada contacto con su culo o polla mi deseo por follarle iba en aumento y la dureza de su paquete me indicaba que estábamos en sintonía.

Miré el reloj, sin darme cuenta ya había pasado mucho tiempo desde que entramos en ese bar y la noche avanzaba sin piedad, el cruel tiempo no iba a esperar por dos amantes deseosos de carne ajena. Me dí cuenta que debía actuar rápido, irme a casa sin haberme comido la polla de Rubén no entraba en mis planes.

Entonces ataqué, lo hice del mismo modo que hacen las fieras cuando van a por su presa. Le lancé una mirada que no dejaba lugar a dudas; yo me iría al baño y él debía ir detrás mía.

Hice señas al grupo de que me hacía pipí y indiqué que me iba al baño. Por suerte, en ese local los baños están muy apartados de la zona de baile y, como suele ocurrir siempre, en el de mujeres hay largas colas de espera para poder entrar. Yo jugaría con esa baza. 

Decidida me encaminé a la zona y me situé en la puerta de los baños masculinos a esperar a mi presa, segura de que aparecería en cualquier momento. Y así fue. Un Rubén con sonrisa nerviosa apareció de entre la gente y se acercó a mí entre excitado y acojonado. Abrí la puerta de los baños (de hombres) me adentré y él me siguió. Nos metimos en uno con puerta y no nos dio tiempo a cerrar el pestillo cuando ya nos estábamos besando como dos locos. El tiempo apremiaba y ambos lo sabíamos.

No tardé un minuto en desabrocharle el cinturón y abrirle la bragueta. Antes de que se quisiera dar cuenta yo ya tenía su polla en la mano, dura y grande como imaginaba. Las ganas de tenerla en mi boca eran tan inmensas que me encontraba ciega ante cualquier eventualidad. Solo deseaba comerla y saborearla, sentirla mía durante un tiempo. 

Me puse en cuclillas y comencé a comer. A Rubén se le escapo un gemido de placer. Me cogió la cabeza y apretaba mi cara contra él, eso me volvía aún más loca.

Juro que esa polla es una de las más deliciosas que me he comido en mi vida. Recuerdo su sabor y aun me estremezco. Aun después de varias horas fuera de casa, incluso después de las veces que habría ido a hacer pipí al baño y al calor de la noche, su polla estaba fresca y sabía de maravilla. No podía dejar de pensar en cuan delicioso debía resultar su semen.

El tiempo se agotaba, así que me puse de pie y le dije, mirándole a los ojos, las palabras mágicas "necesito que me folles". Su cara se desencajó, en una mezcla de alucine e ilusión. También un poco de acojone, por qué no decirlo. Pero estaba todo pensado, yo siempre llevo condones. Porque si, porque para mi no llevar condones una noche de sábado es equivalente a un conductor que se mete en la nieve sin cadenas en un puerto de alta montaña. 

Sin demora le puse el condón, mientras él me miraba alucinado. Como lo follar en el wc no me parecía lo más higiénico decidí apoyarme contra la pared de espaldas a Rubén y con el culo en ligera pompa y las piernas abiertas. Le dejé el terreno preparado para que el ejecutase su parte de la maniobra. Tan solo me hizo falta levantarme la falda hasta la cintura y desplazarme la braguita hacia un lado.

Increíblemente me la clavó en la primera embestida. Pocos hombres tienen esa capacidad y aquella parecía mi noche de suerte. Resulta que Rubén es un magnífico follador y me regaló dos orgasmos maravillosos antes de correrse. Mientras me llenaba con su polla el coño, jugaba con mis tetas y profería palabras que se me antojaban guarras pero no era capaz de distinguir con claridad debido al ruido. Ese mismo ruido que me permitió gemir y gritar con total impunidad cada vez que alcanzaba un orgasmo. 
Cuando Rubén se corrió pude notarlo porque se apoyó sobre mí espalda y me abrazó con fuerza durante unos segundos. Con el condón resulta más difícil notar cuando la leche sale de la polla, como mucho se sienten las contracciones que algunos hombres sufren cuando se están corriendo. 

Tuvo la deferencia de besarme cuando todo había acabado y eso me gustó bastante. Pequeños detalles que marcan la diferencia entre un caballero y un hombre cualquiera. 

Salí del baño de hombres detrás de Rubén bajo las miradas de tres hombres que se quedaron anodadados al vernos salir y que, quizá, habían llegado a escuchar algún eco de gemido dentro de ese cubículo. Bueno, anodadados y con cierta envidia, por qué no decirlo. A todos nos pasa cuando vemos algo así y no somos los protagonistas.

Entré al baño que me correspondía, hice un pipí, me recoloqué la ropa y el pelo y pinté mis labios. Allí no había pasado nada! Volví a donde estaba el grupo y aún no había llegado Rubén. Lo hizo más tarde con cara de pocos amigos y con un gintonic en la mano, quejándose de la lentitud de los camareros. Yo también me quejé a mi llegada de la exagerada cola de mujeres que había para ir al baño y lo pesado que se me había hecho la espera. A nadie le pareció extraña la casualidad de nuestras ausencias, estaban demasiado entretenidos bailando y, por suerte, con el alcohol falla bastante la percepción del tiempo.

El grupo aun paso una hora más en aquel lugar y, entorno a las cinco de la madrugada, todos decidimos irnos para casa.

No fue hasta la mañana siguiente cuando fui verdaderamente consciente de lo que había hecho. No es bueno tener este tipo de experiencias con "conocidos". Es muy fácil que te traigan problemas a corto o medio plazo. No hemos vuelto a vernos desde ese día, así que confío en que cuando eso ocurra Rubén siga comportándose como lo que es, un caballero. 

Sé que ya no volveré a mirarle con los mismos ojos, pero también sé que para mi eso tan sólo fue un encuentro sin más trascendencia. Algo que prefiero que nunca vuelva a ocurrir y un secreto que a Rubén y a mí nos unirá de por vida.





lunes, 20 de agosto de 2018

Voyeaur

Me ha costado llegar hasta este sofá, no es fácil conseguir una pareja que se deje observar mientras follan.
Pero esta es una fantasía que rondaba mi cabeza hace meses y mi empeño me ha ayudado a poder satisfacerla.

Son una pareja joven, ambos rondan los treinta años. Por lo que me han contado, están comenzando a descubrir el mundo liberal, aunque de manera tímida y pausada. Han conocido ya algunos perfiles y con un par de parejas han tenido algún encuentro. Este verano se han propuesto visitar algún local y yo les he brindado mis conocimientos sobre el tema. Quizá, sólo quizá, me anime a acompañarles la primera vez que se decidan a cruzar el umbral de uno de ellos.
Sé que para muchas personas es importante no acudir solos a este tipo de lugares porque el miedo a lo desconocido es un hándicap que resulta complicado superar.

De momento, han accedido a dejarme mirarles mientras juegan en su propia cama. Eso les brinda una tranquilidad que les ayudará mucho a disfrutar del morbo de dejarse ver sin presiones ni lugares que les podrían intimidar.

Me han ofrecido la posibilidad de participar si en algún momento  me apetece, pero educadamente he rechazado la oferta. Tan sólo deseo mirar. Ni siquiera voy a tocarme como muchos podrían pensar. El placer de mirar mientras otros juegan es lo único que me mueve en esta ocasión.

Me hubiera gustado que la chica estuviera algo entrada en carnes, porque así me gustan a mí las mujeres; gorditas, con tetas y culo grandes. Pero esta chica es delgada y de pechos pequeños. Su cara es bonita, lo cual ayuda mucho para que yo disfrute verdaderamente mirándola.

El chico es salado, con la espalda ancha y el culo redondito. Luce un poco de tripita y sus brazos son fuertes. Es un hombre alto, como a mi me gustan y ocupa bastante más que ella, cosa que visualmente me parece imprescindible en una escena de cama.

Hemos convenido que en el momento que yo llegase a su casa ellos ya estarían jugando, para así darles la oportunidad de ir calentando el ambiente y no comenzar tan "en frío".
Me preguntaron si deseaba ver alguna escena en particular o si debían ayudarse con algún juguete, pero yo les respondí que sólo deseaba que fueran ellos. La gracia reside en que actúen del mismo modo que harían si nadie estuviera observándolos. La naturalidad con todo lo que conlleva.

A la hora convenida he llamado a su timbre y me han abierto. Tal y como esperaba, la puerta de su casa estaba abierta y yo me he dirigido hasta su habitación, donde me los he encontrado desnudos y jugando. Tras un "hola" he ocupado mi sitio y aquí estoy, disfrutando como una enana.

Agradezco que cada postura que hacen, tanto para comerse, tocarse o follar, procuran hacerla de manera que a mí me coja en buen ángulo y así no me pierda ningún detalle. Mi sonrisa de satisfacción se lo agradece cada vez que me miran. Noto en sus miradas que les está encantando la experiencia.

Dedican un buen rato a hacerse un 69, ella encima de él. Me gusta que así sea porque la postura permite ver el culo de ella en todo su esplendor, abierto. No es una chica demasiado ruidosa cuando gime y  no grita en ninguna ocasión. Sus gemidos se parecen a los de una gatita. El apenas emite sonidos de placer. Una pareja silenciosa en general.

El silencio lo rompen las bocas mientras comen, succionan y lamen. El sonido de la saliva junto con los fluidos unido a los esfuerzos de las bocas por dar placer llenan la habitación de sonidos celestiales para mis oídos. Ella es una de esas mujeres que emiten muchísimo ruido cuando están comiendo polla, esas que son más bien rudas en el momento de hacerlo. Siempre me hizo gracia ese tipo de sonido que consiguen algunas pues, sea cual sea el tamaño de la polla que se están comiendo, parece que tuvieran dentro un miembro colosal que les llena entera la boca.
Me llama la atención el hecho de que no le toca los huevos en ningún momento; ni se los toca ni se los come. Quizá a él no le gusta demasiado que jueguen con ellos  o, tal vez,  a ella no le dió por pensar que también pueden formar parte del juego y el placer. 

Por su parte él es más delicado a la hora de comer coño, intercala movimientos rápidos de lengua con lametazos que la recorren desde el ano hasta el clítoris. Cada vez que él acaba ese recorrido, a ella se le escapa un temblor que le recorre todo el cuerpo, se nota que le está gustando.
Le noto entregado, siento que la chica le gusta de verdad. Se ve en la manera que coje sus nalgas y las aprieta contra si mientras la come, el modo en que abraza su cintura para apretarla fuerte contra él, la intensidad con la que le penetra el ano con la lengua, con movimientos de cabeza entre rítmicos y ansiosos.
La chica es de las que se mojan fácil y mucho y he podido apreciar unos tres orgasmos en el tiempo que dura el 69. En cada uno, le deja a él la cara empapada y hace que el sonido de la lengua contra el coño se haga aún más sonoro y sensual.

"Para, para, que me corro" le susurra él. Entonces ella se saca la polla de la boca y se dispone a cambiar de posición. Ambos miran para mí divertidos y yo les respondo con un guiño y una sonrisa.

La chica, cuya piel tiene un aspecto muy suave y está bronceada, amén de perfectamente depilada, se coloca a cuatro con su culo en pompa mirando hacia mí. Me encanta la escena. Su culo no es muy grande pero es redondito y en esa postura gana mucho. Tiene el coño y el agujero del culo dilatados y ambos brillan de la mojadura que aun conserva. Esta preparada para cualquier tipo de penetración.
No niego que en ese momento a cualquiera le hubiera costado un mundo no lanzarse a ese coño con la boca abierta y la lengua ansiosa, pero hoy toca disfrutar de mirar sin perderse en otro tipo de placeres.

El chico, que ha estado bebiendo un poco de agua, aun mantiene la polla dura y preparada. Lo bueno de ver jugar a una pareja estable es que no hay necesidad de usar preservativo, con todo lo bueno que eso conlleva...

Se acerca a ella por detrás, le da un leve azotito en una de sus nalgas y se prepara para penetrarla. 
Esta es una de las escenas que más me gusta contemplar: los movimientos rítmicos del hombre mientras se folla a una mujer. Observar el cuerpo desnudo desde atrás de un hombre de espalda ancha y buen culo  mientras entra y sale de una mujer me vuelve loca.

Las tetas de ella, aunque pequeñas, bailan al ritmo de las embestidas. Éstas no son especialmente intensas, pero sí rítmicas y constantes. Se nota que follan con bastante asiduidad, el chico tiene un aguante considerable. 

Me gusta como la sujeta por la cadera mientras la folla y, de cuando en cuando, la coje del pelo o le da un pequeño azotito. Sin embargo, siguen siendo ambos bastante silenciosos, quizá sea la pega que podría ponerles. Creo contar, sin equivocarme, que ella ha alcanzado el orgasmo dos veces. Lo he notado en su respiración, pues de otro modo resulta imposible detectarlo.

Ella decide que quiere cambiar de postura y aparta su coño de él. Entonces se coloca boca arriba y él vuelve a insertarse dentro de ella. Les gusta con los pies de ella sobre el pecho de él.
No estarán mucho tiempo en esta postura, pues ella abrirá las piernas y le abrazará a él con ellas. Es en ese momento cuando el chico acelera el ritmo de sus empujones y comienza a jadear. Mientras ocurre veo que ella ha vuelto a correrse y él ya está cerca de hacerlo. Es entonces cuando él emite un sonido gutural muy grave, casi lastimoso y se queda paralizado sobre ella, con todos los músculos de su cuerpo tensionados. Me encanta pensar que en ese momento se está corriendo dentro de ella y la está llenando de leche calentita y viscosa. 

Para satisfacer del todo mi fantasía, el chico se aparta rápidamente de ella, que continua con las piernas bien abiertas. Es entonces cuando veo salir de su lindo coño aun palpitante, el preciado líquido. Le arrolla camino a su culo y él con su dedo se encarga de esparcirlo bien. Eso me encanta, me vuelva loca y me excita a maneras iguales. 

Entonces él se deja caer en la cama exhausto junto a su chica. Es ahora por primera vez cuando les veo besarse en la boca. Comienza su momento de intimidad y yo ahí ya no tengo cabida. 
Les doy nuevamente las gracias y me despido. Me voy del mismo modo que llegué, casi sin hacer ruido. 

Me gusta pensar que tras este merecido descanso, en un ratito, ambos volverán de nuevo a la carga. 

Mi fantasía está cumplida y yo me voy satisfecha.

sábado, 18 de agosto de 2018

El placer de comer polla

Desnudo, tumbado cómodamente sobre la cama, así me esperas. 

No puedes evitar estar empalmado porque los pensamientos sobre lo que va a ocurrir a continuación no te abandonan en ningún momento. Aun así, te he prometido que nada de lo que puedas llegar a soñar podrá llegar a compararse jamás con lo que te voy a hacer en realidad.

Tu polla es muy bonita; grande y gorda. Eres un hombre afortunado y la mantienes firme y recta. Es la polla ideal para cualquier juego que una mujer pueda desear. Perfecta para la mamada, para le penetración vaginal y, sobretodo, para un buen anal. 
El glande es gordito y redondo y, normalmente, siempre tiene una lágrima de líquido preseminal que le da un aspecto brillante y apetecible.

Tus huevos están apretaditos y muy pegados a la polla. Los tres hacen un conjunto muy sexy y varonil. 

Me acerco sin dejar de obervarla, se me antoja deliciosa. Arrodillada junto a ti le doy el beso de bienvenida. Un besito corto, con los labios, sonoro y divertido. 
Tu polla, agradecida, se mueve como pidiendo más. Y yo estoy dispuesta a dárselo todo.

Sin que te lo esperes, sientes el primer lametazo. No puedes evitar el calambre de placer que recorre todo tu cuerpo. Abro mi boca y comienzo a jugar con tu glande. Dibujo círculos a su alrededor alternando la velocidad; a veces despacio, a veces rápido. Entonces abro bien mi boca y me la trago entera. Ahora siento tu espasmo y tu gemido de placer. Me quedo así unos segundos, con ella bien adentro mientras comienzo a apretar fuerte tus huevos. Tus manos se agarran fuerte de las sábanas para poder contener tanto placer.

Poco a poco voy sacándola de mi, despacio y disfrutando el recorrido. Cuando tan sólo queda tu glande dentro de mi boca, retomo el divertido juego de los circulitos.

Abro bien la boca de nuevo, esta vez para adentrarla hasta la mitad. Entonces comienzo a presionar fuerte con mis labios mientras succiono con mi lengua y paladar a la vez que la voy sacando despacio de mi boca. Cuando llego a tu capullo apretaré aun con más fuerza para acabar con toda la polla fuera.
Repito en varias ocasiones la misma maniobra, sé que te gusta y a mí también.

La siguiente vez y, sin que te lo esperes, vuelvo a tragármela entera hasta tocar la base con mis labios.
Tras sacarla, de nuevo despacio, comienzo a lamerla como si de un polo se tratara. Arriba y abajo, recorriendo toda la polla desde la base hasta el capullo.

Decido dejarla descansar y me recreo un rato con tus huevos. Los masajeo con la lengua metiéndola en el saco entre ambos y haciéndolos mover. Después, los meto enteros en mi boca, primero de uno en uno y después los dos a la vez. Pasaré un buen rato jugando con ellos.

Cuando decido regresar a tu polla, esta me espera ansiosa y llorando de impaciencia. Con la punta de mi lengua te limpio y un hilo de placer nos comunica durante unos segundos. El único hilo que nos une y unirá, el del placer que te proporciono con mi boca.

Por supuesto, también recurro al clásico sube y baja con cierta presión sobre tu polla imitando la sensación que te produce un coño caliente y húmedo cuando te lo estás follando.

Me apetece mordisquearla y, con cuidado, la recorro entera con mis dientes. En tu capullo dedicaré más tiempo a recrearme, alternado suaves mordiscos con penetraciones en tu uretra con mi lengua.

En ningún momento me olvido de tus huevos y los sujeto firmemente con mi mano mientras me deleito con tu polla.

Quiero que te corras en mi boca, quiero tragarme toda tu leche y sentir como entra caliente por mi garganta. Cuando llevo más de una hora jugando contigo y sientes que necesitas descargar porque ya te resulta imposible contenerte me pides que te succione con ritmo y cierta velocidad. Obedezco y comienzo a recorrer tu polla con cierta premura y la fuerza necesaria para ayudarte a alcanzar el orgasmo. Poco a poco lo siento llegar. Tu polla comienza a latir con fuerza y, con cada latido, me regala un chorro de leche fresca y caliente que se convierte en la recompensa por un trabajo bien hecho.
Cuando ya ha salido la última gota y tu polla aún baila con los espasmos, abro mi boca, te enseño mi premio y me la trago satisfecha.

Y, si, era cierto. La realidad, a veces, supera algunos sueños.

Sensaciones

Son las dos de la madrugada del sábado; formo parte de un divertido grupo que esta celebrando el cumpleaños de dos personas muy queridas en el mundo liberal en la zona norte de España.

La noche comienza con un grupo de unas treinta personas que nos citamos para cenar en un restaurante. Entorno a la una, un grupo más reducido, de unos doce, trasladamos la fiesta a una casa rural alquilada cerca del restaurante para la ocasión. 
Coincide que llueve a chuzos y el tiempo está frío fuera pero la casa, además de preciosa, resulta muy acogedora y calentita; incluso tenemos la chimenea encendida presidiendo el enorme salón. 

Cojo de la nevera una cerveza con limón y veo a un pequeño grupo recortando papelitos con los nombres de todos los asistentes. Me entero entonces que del techo del salón (hecho con vigas de madera) han colgado cuerdas de las que veo sujetas esposas para juegos bdsm. Sobre el armario, en cajas y todos bien colocados, me encuentro un amplio surtido de máscaras, fustas, pinzas, látigos, aceites comestibles de diferentes sabores, plugs y demás artilugios que una buena amiga ha tenido a bien traer para vestir la noche de una nueva forma de placer desconocida hasta ahora por parte de los asistentes. 

Me siento sobre la mesa del salón mientras observo con placer todo lo que tengo alrededor. La piedra de las pareces junto con la madera de la decoración, la luz tenue que inunda la estancia, el sonido de la música mezclado con  las risas y las charlas del grupo y todas esas personas a mi lado, tan a gusto y tan abiertos a recibir el placer a través de cualquiera de nuestros sentidos me recuerdan, una vez más, lo afortunada que soy por poder formar parte de todo esto.

Se decide que el nombre que saque la mano inocente (¿¿inocente???) de la bolsa donde se han metido los papelitos recortados hace un momento será la primera persona que "sufrirá" atada y con los ojos vendados, de una buena sesión de bondage a niveles soft y de juego casi familiar y distendido. No estamos aquí para tomarnos nada en serio, tan sólo se trata de divertirse. Sexo vainilla le llamarían algunos.

Intuyo que mi nombre será el elegido y, efectivamente, el azar ha querido que me toque romper el hielo. Le doy un trago a mi cerveza y me dejo hacer, sé que estoy en las mejores manos y seré muy bien tratada y utilizada.
Dos de las mujeres se encargan de todo y comienzan por esposarme y atarme a una de las cuerdas que cuelgan del techo. Ante mí, veo al resto del grupo observándome ansioso por ver comenzar un juego que se nos antoja muy morboso. Me colocan el antifaz rosa sobre los ojos y, con la oscuridad, comienza mi placer a través del resto de los sentidos.

Escucho el murmullo del grupo mezclado con la música que llena el ambiente y trago saliva mientras siento que el corazón bombea con fuerza.

Empiezo a sentir manos sobre mí. Una, dos....quizá seis diferentes. Me resulta difícil distinguir el número. Tocan mis labios, mis mejillas, mis brazos y piernas....Una comienza en mi cuello y baja a través del pecho hasta mis tetas...uffff....me retuerzo, echo mi cabeza hacia atrás y me siento suspendida en el aire por la cuerda. La sensación se parece mucho a la de gravitar y juraría que me encuentro en un Universo paralelo en el que sólo deseo dejarme llevar y disfrutar hasta el éxtasis.
Me tocan el culo y lo manosean bien; sea quien sea se está recreando en mis grandes y duras nalgas.

Mi boca siente la humedad de unos labios. Es boca de mujer, lo sé por su aroma y el roce de su pelo largo sobre mis hombros. Mis labios responden y le devuelvo el beso, mezclamos nuestras lenguas y distingo la suavidad de sus labios y el dulzor de su saliva. Se aleja y sonrío.

Dolor, dolor suave sobre mis pezones. Una voz de mujer me pregunta si es demasiado, le respondo que no; me dice que me ha puesto unas pinzas y le pido que, si es posible, las apriete más. Aun así, el dolor es moderado y muy muy excitante.
Mis pezones se mantienen irremediablemente erizados mientras una boca lame mis pechos.

Suavidad, ternura....algo cubierto de pelo suave recorre mi espalda, el placer es inmenso y un escalofrío me recorre provocando que vuelva a dejarme colgar de las cuerdas.

Caricias sobre mis brazos y piernas, en mis mejillas. Pequeñas cosquillas que se entremezclan con las punzadas que siento, de cuando en cuando, en mis pezones.

Ahora alguien abre mis piernas, no puedo evitar sentir un escalofrío. Espero ansiosa el momento y este llega sin demora: lametazo en mi clítoris. Placer, placer indescriptible.
Una boca se apodera de mi coño pero no consigo adivinar si es masculina o femenina, aunque realmente me da igual.
Y, cuando pienso que no puede existir mayor placer, mi culo es profanado por otra lengua ansiosa.
Gimo en un grito ahogado, siento que me voy a correr de gusto. Entonces.....ambas bocas se apartan de mis preciados tesoros provocándome un sufrimiento casi colérico.

El corazón me palpita y mi respiración está agitada, me retuerzo suspendida en la  cuerda y las correas que sujetan mis muñecas comienzan a marcar mi piel.

Las manos, que nunca dejaron de tocarme, siguen recorriendo mi cuerpo sin descanso. De cuando en cuando, recibo un buen azote en las nalgas que me despierta sin piedad.

Pasado el tiempo, del que no llego a tomar conciencia, una voz masculina me susurra al oído que me va a soltar y yo asiento obediente. Cuando mis manos se quedan libres de ataduras, dos personas se encargan de sostener mis lánguidos brazos cansados de la tortura sufrida y me acompañan, con cuidado, a otro lugar que aún desconozco. El antifaz aun me tiene ciega y esa sensación de dependencia me excita más si cabe.

Camino unos pasos y me detienen frente a lo que parece un sofá. Mis piernas lo tocan y siento la rugosidad de la tela. Entonces me colocan sobre él y abren mis piernas de manera que cada una de ellas quedan apoyadas en sus dos orejeras. Desnuda, frágil, abierta para ellos y excitada como una perra.

De nuevo manos y bocas comienzan a apoderarse de mi piel, de mi boca, de mi coño y culo. Creo distinguir a tres personas diferentes, todos hombres por su aroma, la rudeza de sus brazos y lo musculado de sus espaldas, pero es complicado calcular. Siento calor en mí clítoris, una boca húmeda ha comenzado a lamerlo. Me retuerzo. Mientras, unos dedos juegan hasta provocarme dolor en uno de pis pezones mientras una boca mordisquea el otro alternando dolor con calidez.

Comienzo a gritar, mi orgasmo se acerca. Siento como de mi coño comienza a emanar el néctar que cualquier hombre desea para sí, el trofeo tras el trabajo bien hecho en mi clítoris. Justo en ese momento, cuando me quedan segundos para alcanzarlo, siento un dedo entrar con decisión dentro de mi ano. Exploto. Durante unos minutos tiemblo, sudo, jadeo, tengo espasmos y gimo. Un orgasmo de 10, de los que recuerdas para toda la vida.

Cuando vuelvo a tomar conciencia de dónde estoy, me quitan el antifaz y entonces me doy cuenta de que el resto de la sala está aplaudiendo satisfecha. Aun necesitaré unos minutos para reponerme. Acabo de vivir una experiencia sensorial maravillosa y mi cuerpo reposa agotado y complacido sobre esta butaca tan cómoda.

Sin demora, la mano inocente saca otro papelito de la bolsa. Comienza el juego de nuevo.....