jueves, 5 de diciembre de 2019

El taxista

Este mes de Diciembre se cumplen seis años que estoy dentro del mundo liberal. No son demasiados, sobretodo comparado con muchas personas que conozco que llevan prácticamente toda la vida en este mundo. 
Sin embargo, debido a mis ansias en los primeros años, he reunido una cantidad desmesurada de experiencias en este tiempo. También he conocido a muchísimos hombres y alguna que otra mujer.

La mayoría de ellos han pasado por mi vida sin aportar mucho más que un buen o mal polvo y un puñado de conversaciones para conocernos un poco antes de nuestro encuentro. Personas sin mucho más que ofrecer. Cierto es que de la mediocridad también se aprende y yo procuro empaparme de todo.

Sin embargo, hay personas que aparecen en tu vida para enriquecerla y enseñarte lecciones que, bien aprovechadas, te convierten en una persona más completa y empática. 
No todas las lecciones son bonitas, de hecho, se aprende más de las tormentosas.

Estos días, hablando con una buena lectora, he recordado todo lo vivido con un chico de mi ciudad. 
Uno de esos hombres que tienen una historia detrás que, en apariencia, jamás se imaginaría.

Fue de los primeros que conocí en este ambiente y, a día de hoy, mantenemos una extraña amistad. Apenas hablamos pero ambos procurarnos mantenernos en contacto. Creo que, en el fondo, los dos necesitamos que el otro esté ahí. Porque nuestras historias, aun siendo muy diferentes, son muy iguales. Somos dos almas atormentadas que utilizamos el sexo como herramienta para espantar nuestros fantasmas.

Juan es taxista, tiene mi edad, está separado (cuando nos conocimos comenzaba el final de su matrimonio) y tiene un hijo.

Es un hombre capaz de hacer locuras en el sexo, arrepentirse y, después, volver a cometer las mismas locuras.

Le gustan muchísimo las mujeres y, en la cama las prefiere por delante de los hombres. Sin embargo, cuando se deja llevar por sus instintos más primarios, cuando necesita ahogar penas o soltar stress, recurre a los hombres.

Es en ese momento cuando se deja llevar por el desenfreno, el riesgo y la locura. Y es después de esos encuentros cuando se siente mierda. No por el hecho de verse con otro hombre, sino porque la premura de los contactos, siempre bajo un ansia incontrolable, le hacen quedar con hombres que le regalan muy malas experiencias. Pocas son las veces que se queda con buena sensación tras uno de esos encuentros.

Estos suelen basarse en una comida rápida de polla, en los que él se arrodilla y mama. Todo muy rápido, todo muy frío. La mayoría de las veces con hombres que no le atraen físicamente, incluso que le dan asco. 
En muchas ocasiones, se ve obligado a tragarse una corrida que no desea. Entonces, sale del encuentro sintiéndose sucio y utilizado. Pero, quizá esa misma noche o a la siguiente, volverá a caer en su misma trampa.

Es un hombre muy activo sexualmente y puede llegar a masturbarse cuatro o cinco veces al día. Muchas de las veces lo hace mientras lleva en la parte de atrás algún cliente o clienta.

También ha quedado con trans. Debido a su apariencia, ha tenido la oportunidad de contactar con trans muy atractivas y femeninas. Eso es difícil de conseguir si no es pagando.

Hay noches en las que se deja caer en algún cuarto oscuro de cualquier sexshop de mala muerte, donde sólo puede encontrarse viejos verdes y sucios que, cuando se encuentran con él, tienen su gran día de suerte. Juan es un chico joven, bien parecido, limpio y con una polla grande y gorda. Dispuesto a dejarse hacer y obedecer lo que se le ordene. Un caramelo...

Yo he tenido sexo con él en alguna que otra ocasión. A veces en el mismo taxi. La mayoría de esas veces lo hicimos tras mi regreso de una noche de marcha con mis amigas. Para volver a casa suelo recurrir siempre a él. Me recogía donde yo le indicaba y charlábamos de vuelta a casa. Yo le contaba qué tal había ido mi noche y, si yo se lo pedía o él me lo ofrecía y yo aceptaba, me llevaba a algún rincón escondido de la ciudad, que él se conoce con los ojos cerrados y teníamos sexo. Después me dejaba en casa y él seguía con su turno.

Cuando, hace algunos años, yo tenía una vida sexual muy activa e iba a casa de algún desconocido, siempre le pedía a él que me llevara y me fuera a buscar. Así yo me sentía segura porque Juan sabía dónde estaba y lo que estaba haciendo. Esa complicidad me unió mucho a él.

Nuestros encuentros nunca fueron especialmente maravillosos, siempre estaban basados en el desfogue. Los dos éramos esa persona de confianza que le quitaba el calentón al otro en un momento determinado.
Sin embargo, con él probé muchos juguetes que nunca había utilizado y disfruté, por primera vez, de ver como un hombre lo pasaba muy bien jugando con su culo. Tenía una gran colección de vibradores y pollas de juguete y verle utilizarlos me gustaba mucho.
De hecho, la primera bala vibradora que yo me puse en el clítoris era suya. 

Juan siempre parecía atormentado y cuando tenía sexo con él trasmitía inquietud y ansia. A veces me ponía hasta nerviosa. Alguna vez llegó a reconocerme que muchas veces ni siquiera disfrutaba teniendo sexo conmigo. Pero es buen follador y yo me quedaba satisfecha con su compañía.

Poco a poco nos fuimos dando cuenta de que el sexo entre nosotros ya no tenía sentido y, de manera natural, fue quedando esta extraña amistad. 

Por suerte, ahora está en un momento de su vida más tranquilo, con una relación estable con una chica que le aporta mucha calma y buen sexo. Aun así, a veces aún siente la necesidad de recurrir al sexo con hombres de mala manera. Pero yo le entiendo. Los fantasmas siempre vuelven a uno de vez en cuando.


lunes, 25 de noviembre de 2019

Calmando las ansias

En pocas ocasiones he pasado tantos días seguidos sin follar con mi chico. 

Sé que para la gran mayoría resulta incluso insultante leer que diez días sin sexo es mucho tiempo, pero yo estoy acostumbrada a tenerlo una o dos veces cada semana, a veces incluso tres. Cabe destacar que mi chico y yo vivimos una relación de "amantes" y no nos es posible vernos a diario como una pareja común. Aun así, me siento afortunada por el ritmo con el que tenemos relaciones, pues valoro mucho sus grandes esfuerzos por verme a pesar de sus obligaciones semanales.

En esta ocasión fueron una serie de acontecimientos los que desencadenaron la tardanza en nuestro encuentro. Quisieron las hormonas que la situación se me volviera, si cabe, menos llevadera.
Las masturbaciones diarias no sirvieron de consuelo, pues mi coño palpitaba pidiendo su polla. 

Fueron muchas las veces en las que nuestras conversaciones vía voz o WhatsApp desembocaron en situaciones calientes que nos ponían como perros. En alguna ocasión llegamos a necesitar masturbarnos a la vez, cada uno en su casa, unidos por el hilo telefónico y acompañados por las fotos y vídeos que ansiosos recibíamos del otro.

Los días pasaban lentos y la esperanza de llegar a poder verse pronto nos alentaban a superar cada jornada.

Por eso, cuando ayer confirmamos nuestro encuentro para la mañana de hoy tuve a bien prevenirle de lo que tenía por seguro que ocurriría. Yo estaba tremendamente cachonda y deseosa. Cuando esto ocurre, sé que superaré en número los ya muchos orgasmos que alcanzo cuando me folla. 
Porque cuando estoy más perra de lo normal, me siento insaciable y más cerda y viciosa de lo que ya lo soy normalmente en la cama.

Él llegó a mi casa con la premisa clara: lo primero que yo deseaba hacer era llenarle la cara del aroma de mi coño. Mi primer orgasmo sería sobre su boca, impregnando su barba de mis sabrosos jugos mientras él, con su lengua, me regala placer a bocados.

Desperté ansiosa, con unas ganas locas de tocarme. Pero me contuve, quería estar totalmente entregada y preparada para él. Nuestro encuentro era temprano y debía aguantar. Ese sufrimiento me produce un profundo placer, controlar las ganas es tremendamente satisfactorio.

Decidí sobre la marcha esperarle desnuda y, cuando sonó mi timbre, se me ocurrió esperarle en el recibidor de mi casa, con la puerta y las piernas abiertas para no perder ni un segundo en sentir el calor de su boca en mi coño.

Cuando mi chico salió del ascensor y se encontró la escena, su cara se tornó viciosa y mi excitación se multiplicó durante los segundos que tardó en llegar hasta el quicio de mi puerta. Según la atravesó, y sin cerrarla, se arrodilló ante mí y me regaló los primeros lametazos. No pude evitar retorcerme de placer. Se me escaparon dos gemidos ahogados, consciente de la situación en la que estábamos, ofreciendo tan bella imagen a cualquier vecino que hubiera tenido la suerte de pasar por delante en el descansillo en ese preciso instante.

No tardó en ponerse de pie y ayudarme a incorporarme. Acto seguido nos encaminamos hacia mi cama bien pegados mientras me cogía fuerte por las tetas y apretaba su cadera contra mi culo haciéndome sentir la dureza de su polla a través del pantalón.

Le pedí ansiosa que se desnudara rápido y, a pesar de que respondió obediente, no pude evitar arrodillarme a comerle la polla mientras acababa de hacerlo. En esa ocasión, fue suyo el gemido.

Yo estaba descontrolada, entregada, loca.....

Fue por eso que él tomó las riendas de la situación y decidió tumbarse sobre la cama y me indicó que posara mi coño sobre su cara. En ese instante, cuando sentí el calor de su lengua de nuevo, sentí que perdía el juicio. Mi boca volvió a buscar su polla y la disfruté sin orden ni concierto: succiones rápidas e intensas, lametazos en el glande, gargantas profundas.....

De cuando en cuando era tal el placer que me regalaba con su boca, que yo me veía incapaz de hacer otra cosa que no fuera disfrutarlo en exclusiva. Entonces tan sólo dejaba descansar mi cabeza sobre su polla y me limitaba a gemir, gritar, temblar y restregarme bien contra su cara.

Cuando estaba cerca de alcanzar mi primer orgasmo, llené mis dedos de saliva y le penetré el culo. Estaba tan excitada y desbocada que le hice daño con la uña porque pequé de bestia al meterle el dedo y el pobre se quejó de dolor. Le pedí perdón jadeante y comencé a jugar con su agujero. Fue cuando la excitación no me permitió aguantar más y me dejé llevar por una corrida intensa mientras gritaba como una posesa y movía mi culo entre espasmos de placer. 

Pero yo quería más, necesitaba más y no me podía permitir un descanso. Fue entonces cuando me dí la vuelta y clavé su polla en mí. Comenzó a follarme mientras nos besábamos sin control y no tardé en alcanzar mi segundo orgasmo. No puedo contabilizar los que le siguieron mientras estuve a horcajadas sobre él. El ritmo lo fuimos marcando uno y otro aleatoriamente hasta que llegó el momento en que mi chico me indicó que me colocara de lado.

Esa postura es, para mí, especialmente placentera pues me da la oportunidad de masturbarme o que me lo haga mi chico mientras me folla. Fueron varios los orgasmos que alcancé tanto con el clítoris como con su polla. 

Mi chico, como es costumbre en él, aun no se había corrido. Entonces, hubo un cambio de rumbo y sacó su polla de mi coño para meterla en otro agujero más prieto y excitante: mi culo. Hacía bastante tiempo que no hacíamos anal y hoy resultó ser un día ideal para retomarlo. Sabedor de lo que ocurre en estas ocasiones, fue cauto y paciente. Poco a poco fue metiendo su polla, sin forzar, dando tiempo a mi ano para que se dilatase y estuviera totalmente preparado para acoger a su polla. Y así fue, mi culo disfrutó sobremanera de la dureza de su polla. Fueron mis gemidos y mi cara de placer, unido a la presión que mi culo ejercía sobre su polla, los que le arrastraron a una inevitable corrida, llenándome de su leche caliente. Yo la sentí entrar entre palpitaciones y terminé de correrme con mis dedos, una última vez, mientras le escuchaba gemir  y le sentía temblar mientras me abrazaba fuerte.

Nos dimos un merecido descanso, entre besos y una charla distendida. Incluso llegamos a quedarnos transpuestos durante un ratito. Sin embargo, nuestros cuerpos aun pedían más del otro y antes de ducharnos para bajar a tomar un vermú a la calle, aún nos regalamos un último orgasmo. Esta vez, desde el sosiego y la tranquilidad. 

Comenzamos con un misionero lento y pausado, con movimientos armónicos y acompañado de besos y abrazos. 

Mi chico decidió terminar follándome a cuatro, postura que le vuelve loco. Asido a mis caderas y marcando un ritmo casi marcial, me llevó al orgasmo que dio por cerrada mi mañana de placer para terminar regalándome su leche, esta vez en mi coño.

Entonces pudimos comprobar que ya estábamos satisfechos el uno del otro y que la espera había merecido la pena. El resto del día lo he pasado tranquila, sintiéndome llena de él. Porque su leche, de nuevo, está dentro de su dueña. Está dentro de mí.


sábado, 9 de noviembre de 2019

Mujer contra mujer



Nunca he estado a solas con una chica.

Tríos he hecho muchos, también he participado en varias orgías en las que he jugado de manera indistinta con hombres y mujeres.

Reconozco que nunca he sentido la necesidad de hacerlo, no es algo que estuviera dentro de mis fantasías. Quizá es porque priorizo mi atracción por el cuerpo del hombre por encima del de la mujer.

Cierto es que hay mujeres que no llaman mi atención para nada, no me resultan atractivas en ningún sentido. En el momento del juego se convierten en un juguete más que aporta morbo y diversión.
Pero también hay otras que me ponen muy cachonda. No hay un patrón que marque el porqué de lo que me atrae, aunque en general las chicas que me gustan suelen tener el culo grande y bien puesto y las tetas también grandes.

Reconozco que, para mí, algo muy importante es su aspecto en cuanto a la sensación de frescura y limpieza. Esto es; cuando huelen a perfume, van bien maquilladas y peinadas y cuidan su aspecto en general.

Son menos de 10 las mujeres por las que me he sentido atraída en toda mi vida. He tenido la suerte de compartir juegos con tres que me encantaban y también lo he pasado muy bien con otras que, sin atraerme en un principio, me lo han hecho pasar muy bien. Porque su entrega lo ha compensado todo con creces.

Esta semana he estado hablando con una chica y me he quedado sorprendida. Resulta que me conoce desde hace años (nos remontamos a 2014 cuando yo tenía un perfil en una página de contactos llamada Adulfriend).
Según me contó ella también estaba allí (yo soy muy despistada para los nicks y las fotos y no logro recordarla)

Por aquella época yo hacía locuras de las que ahora no me veo capaz, por eso de que las personas estamos en continua evolución. Una de esas locuras fue que me daba por emitir en directo. Y yo, que soy así de peculiar, en vez de mostrar mi cuerpo y ocultar mi cara lo hacía al revés. Es decir, me conectaba por vídeo y respondía preguntas de las personas que me estaban viendo. A cambio, ellos me daban monedas virtuales que me permitían permanecer en la página y acceder a todos los servicios de manera gratuita.

Pues bien, esta chica me vio en alguno de esos directos y se fijó en mí. Además, yo tenía colgadas varias fotos entre la que se incluía una que aun utilizo para mi perfil en Facebook.

Un día, se cruzó con mi perfil y me reconoció por la foto. Mi Nick en aquella página no era Alba. Entonces me ofreció amistad. Pero hasta hace unos días nunca se atrevió a charlar conmigo. 
Para mi, esta chica era una más de las que me siguen en el perfil. Eso sí, me llamaban la atención varias cosas en ella: la primera, ella es de Gijón como yo; la segunda, su perfil es público y sin contenido sexual; la tercera, su perfil muestra una mujer empoderada, rompedora, de las que se comen el mundo y, la cuarta y última, es increíblemente atractiva y elegante.

A través del chico con el que está viviendo (también liberal) se puso en contacto conmigo, digamos que su chico me entró de avanzadilla y me habló de ella. Después, cuando se vio más segura para presentarse ella misma me escribió. Me dio directamente su whatssap (cosa que valoro muchísimo).

Hemos hablado durante un buen rato y me contó todo lo que os estoy diciendo. Y, lo que más me sorprende, me ha dicho que en alguna ocasión hemos coincidido en un supermercado de nuestra ciudad y que ella me ha reconocido. A mí eso me resulta muy morboso. Y me da qué pensar.....¿cuántas personas me conocerán por la calle sin yo saberlo?

Me siento muy halagada por todo lo que ahora sé, incluso sorprendida. Son de esas cosas que ocurren pocas veces en la vida. Además es una mujer fantástica y con muy buena conversación. Amén de que compartimos un estilo de vida muy parecido y las dos hemos tenido experiencias muy parecidas en el mundo liberal.

Nunca he estado con una mujer a solas, repito. Pero ahora y tras hablar con ella, es algo que me apetece hacer.

Entre las cosas  que hablamos me reveló que es diferente  cuando estas con una mujer a solas que cuando lo haces en compañía de uno o varios hombres. Tengo intriga por sentir esa diferencia. 

Aun no sé con quién será ni de qué manera. Supongo que será algo planeado o bastante enfocado. Me apetece que se parezca a una cita. Sería genial salir a tomar algo, cenar y charlar tranquilamente. Sentir el feeling, la sensación de estar a gusto y desear más de la otra persona. Notar como, a medida que pasa el tiempo y el vino me embriaga, la atracción por ella es cada vez más grande hasta el punto de desear verla desnudarse para mí y hacerlo yo para ella. 
Y, en el momento en el que no consiga apartar mi mirada de su boca, será cuando me dé cuenta de que necesito besarla. Y ese momento será el preciso momento en  que la invite a acompañarme a un hotel.....

Y así quiero estar, en un hotel con una mujer que me vuelva loca, que genere en mi la misma atracción que provocan algunos hombres. Entregarme a ella y apoderarme por completo de su cuerpo, a sabiendas de que es en exclusiva para mí. Dejarme llevar por este nuevo deseo y descubrir que aun me quedan nuevas sensaciones por probar, nuevas formas de alcanzar el clímax. Solas y sin necesitar de nadie más para visitar el paraíso, porque el paraíso será ella.

Nunca me había sucedido pero ahora lo imagino muy morboso y sensual. Me encanta que la vida no deje de sorprenderme y me siga brindando personas que me ayudan a seguir evolucionando.

Por supuesto, si esto llega a ocurrir y merece ser contado yo os lo narraré encantada.




lunes, 12 de agosto de 2019

Mi vecino del 3º

Bastantes años ya compartiendo edificio con mi vecino y no fue hasta este verano que reparé en él.
Hasta hace apenas un mes era un hombre más con el que subía o bajaba en ascensor. Quizá algún saludo seco en el garaje, un "buenos días" en el portal. Pero nada más, durante muchísimo tiempo esa ha sido nuestra relación.

La parte masculina de una pareja que llegó a vivir aquí, provenientes de otra provincia, al poco de instalarme yo. Sin hijos, aparentemente de mi edad (después he descubierto que él es algo mayor pero no lo aparenta) y trabajando en la misma empresa.

No recuerdo el número exacto de veces que nos hemos cruzado, jamás le dí importancia. De hecho, lo catalogaba como una persona más bien seca y distante.

Pero.....sorpresas te da la vida.

Quiso el destino que mi blog nos uniera. ¿Quién le iba a decir a él que la mujer que está detrás de los escritos que tanto le excitan y encandilan es su vecina, la mamá ama de casa con una niña pequeña?

Cuando comenzamos a hablar, previo mensaje suyo para felicitarme por el blog y comentarme la ausencia de entradas en este último tiempo, no podíamos ni imaginar que esto acabaría así. Bueno, mejor dicho, que esto comenzaría así...

El mundo es un pañuelo y mi ciudad es más bien pequeña (rozamos los 400.000 habitantes) En otras ocasiones ya me he encontrado (a través de mi perfil dedicado al sexo en Internet) con algún antiguo compañero de clase, el marido de alguna conocida, el chico que trabaja en tal o cual lugar que yo frecuento...Pero esta es la primera vez que el destino me pone en contacto y me descubre la vida oculta de un vecino de portal. Y, claro, es un morbo al que es imposible renunciar.

Cierto es que la primera vez que nos encontramos en el ascensor tras descubrir nuestras identidades fue un momento de nervios y no saber muy bien cómo reaccionar. Ambos esperábamos ese momento porque sabíamos que suponía un gran subidón de adrenalina.

Después de ese primer encuentro, los que se sucedieron en compañía de su mujer (que, por supuesto, no sabe nada) aumentaban muchísimo el morbo del momento.

No pasaron muchos días cuando decidí pedirle un poco de sal. ¿Es lo que hacen los vecinos, no?  Apenas dos plantas nos separan y tardó menos y nada en presentarse en mi casa. 

Ahora que lo pienso.....¡pero si no trajo la sal!

Por fin solos en mi casa, por fin con más de un minuto por delante para charlar cara a cara (por chat ya le habíamos dedicado muchas horas). 
Para él fue un reto más, pues le puso realmente cardíaco el hecho de pasar de su casa a la mía, con el consiguiente miedo a que algún vecino se percatara de la maniobra. 
Pero, claro, eso solo ocurrió el primer día. El resto de las visitas rozaban ya la normalidad para él. Mi casa, podría decirse, se está convirtiendo en su segunda casa. Tanto que temo que cualquier día llegue con su mujer y se encamine a mi casa en vez de a la suya sin darse cuenta.

Ambos sabíamos que nos gustamos, pues físicamente nos conocíamos bien (vestidos, claro). El feeling también surgió a través de las charlas que mantuvimos. Sólo faltaba comprobar si en la cama éramos compatibles y, en la segunda visita a mi casa, quise comprobarlo.

Cuando apareció en mi puerta y se percató de que yo no estaba esperándole allí de pie como acostumbraba, su corazón comenzó a acelerarse. Muchas veces habíamos fantaseado con la idea de recibirle en mi cama, a cuatro y con uno de mis preciosos bodystocking puesto. 

Él atravesó el pasillo que lleva a mi habitación rezando para verme así y yo le esperaba sobre la cama en la postura por la que él rezaba.

Y así me encontró: sumisa, mojada, deseosa, abierta y dispuesta.

Sólo me dio tiempo a escuchar un jadeante "así me gusta" y el sonido de un cinturón desabrochándose. Lo siguiente fue sentir una embestida certera y profunda en mi coño. 

Un grito ahogado se escapó de mi boca y mi cuerpo casi cae hacia delante por la fuerza del empujón. Con rapidez, asió  sus manos sobre mis caderas y se encargó se sujetarme en cada embiste.

Hasta ese momento no sabía cómo era su polla, nunca habíamos hablado de su forma o tamaño. Pero, por la manera en que rellenaba mi coño y el placer que me estaba regalando, supuse que era gorda. 

Algo que llamó profundamente mi atención fue el aroma que inundó mi cuarto. O hasta ese momento no había reparado en ello o desnudo emanaba más olor, el caso es que un maravilloso perfume varonil se apoderó de toda la estancia. No tardaría en mezclarse con el excitante olor a sexo que es obligatorio dejar en cualquier cuarto tras un buen encuentro. 

Me gustó como me follaba, me gusta como me folla.

Movimientos rápidos y duros se intercalaban con momentos más pausados, en los que su polla salía casi por completo de mi coño para volver a entrar regalándome esa maravillosa sensación de calor cada vez que lo hacía.

Era tal mi excitación, por el momento y su buen hacer, que no tardé demasiado en correrme. Cuando ya lo hube hecho una vez más, salió de mí y me indicó que me diera la vuelta.

Fue en ese momento cuando, por primera vez, nos miramos de verdad a los ojos. Y el deseo por él se me escapaba a borbotones. Me puse de pie, me acerqué a su boca y le besé. Le besé con muchas ganas porque esos labios se me habían antojado hacía ya tiempo.
Me abrazó y me apretó contra él. Volvimos a mirarnos y nos reímos. Parecía que si, que en el sexo también congeniábamos.

Fiel a mis costumbres, me arrodillé para probar su talentosa polla. Fue ahí cuando comprobé que, efectivamente, era gorda. De tamaño dentro de la media, lucía bien depilada y olía a mi coño. 

Jugué con mis labios, dientes y lengua de mil maneras con ella. Le escuchaba gemir y sentía como se retorcía mientras me acariciaba el pelo. En varias ocasiones la sacó de mi boca ante el temor de correrse con demasiada premura.

De repente, se agachó y me empujó por los hombros contra mi cama. Entonces abrió mis piernas, dobló mis rodillas hacia atrás y comenzó a comerme el coño. Así es como me regaló otro orgasmo. 
Me encanta cuando me corro en boca del hombre que está trabajando duro por conseguirlo. Es la mejor recompensa que puedo darles por tan dura y gratificante tarea.

Después de correrme con su lengua le pedí que me follara de nuevo, tenía muchas ganas de volver a sentirle dentro. Pero esta vez quería mirarle a los ojos mientras lo hacía, así que le pedí que se subiera encima mío.

De nuevo, una embestida certera y profunda llenó de polla mi coño. Con movimientos más acompasados me regaló placer para otros dos orgasmos. Mis piernas a veces lo abrazaban y otras lo hacían mis brazos. De rato en rato le apretaba fuerte el culo, sobretodo cuando ya estaba cerca de correrme.

Me gustó mucho su forma de mirarme cada vez que sentía cerca mi orgasmo y los besos que nos regalábamos de cuando en cuando.

Hombre silencioso mientras folla, me anunció con tiempo de que ya se acercaba su orgasmo y eso intensificó mis ganas. No fue difícil encaminarme al tercero, por segundos no nos dio tiempo a acabar a la vez, pero eso me sirvió para fijarme en su cara mientras él se corría. 

Satisfechos, nos dimos una ducha y nos tomamos un café. Ese fue el primero de varios encuentros. Todos con su morbo y fantasía.

En alguna ocasión nos hemos visto obligados a vernos en uno de los trasteros del edificio y nos hemos conformado con dos buenos orales. En breve bajaremos al garaje para follar en el coche, no paramos de fantasear con la idea de que yo le cabalgue a horcajadas en el asiento de atrás. 

Me encanta lo práctico y morboso de haber descubierto la verdadera cara de mi vecino del 3º.






viernes, 29 de marzo de 2019

Última oportunidad

Hace aproximadamente un mes he recuperado el contacto con un hombre muy importante en mi vida, tanto a nivel personal como sexual. 
A pesar de que nunca he olvidado los buenos momentos que compartí con él en la cama, el hecho de volver a hablar con él está haciendo que rememore escenas concretas de nuestros encuentros. Esto me tiene muy alterada.

Quiso darse la casualidad de que la revista para la que colaboro mensualmente me pidió que escribiera sobre el mundo BDSM para la publicación de Abril y hacerlo supuso que se me revolvieran las entrañas porque fue precisamente con este hombre con el que descubrí el maravilloso mundo del placer a través del dolor.

Lo mágico del asunto reside en que ninguno de los dos conocíamos nuestra tendencia natural a la sumisión y la dominación, fue algo que fue surgiendo a través de los encuentros.

Tengo tatuado en mi memoria el momento justo de la eclosión, el instante exacto en el que descubrí que me encantaba sentirme dominada y sometida y que eso me producía una excitación máxima y provocaba en mí sensaciones hasta ese momento desconocidas.

Para poneros en antecedentes os cuento que en una de las muchas conversaciones que tenía con él, y que tanto echo de menos, le comenté que en mi vida había fingido muchísimos orgasmos; muchas veces por hastío y en la búsqueda de que todo se acabara pronto porque mi partener era verdaderamente malo en la cama  y otras porque después de explicarle al chico cómo debía hacer para ayudarme a alcanzar el orgasmo y tras comprobar que, o no lo entendía o no lo quería entender,me daba por vencida. 

Llevábamos apenas un mes de encuentros muy satisfactorios y en los que conseguimos una buena conexion desde el principio cuando, una mañana, estábamos follando en mi cama. Yo estaba sobre él y le cabalgaba. Como siempre me ha ocurrido cuando su polla estaba dentro mía, yo gemía de puro placer. Fue entonces cuando me lanzó una mirada fría y canalla, una mirada que me dejó desconcertada y, acto seguido, me dijo: "conmigo no finjas, porque si me entero de que finjes conmigo te doy una hostia" y esas palabras las acompañó con el gesto de llevar su mano hacia mi cara.

En ese momento un relámpago atravesó todo mi cuerpo, es difícil explicar la sensación que me recorrió entera. Sólo sé que desde ese momento yo ya no era la misma, algo había cambiado en mí y en mi forma de ver y vivir el sexo. Justo en ese instante deseé entregarme en cuerpo y alma a ese hombre. Y puedo aseguraros que ese sentimiento aun perdura en mí, a pesar del tiempo y los sinsabores de nuestra relación de amistad.
De hecho, tiempo después y años sin ninguna relación y de no mediar con él ninguna palabra, aun siento que le pertenezco. Es como si la unión que se formó en ese mágico momento hubiera sido un pacto inquebrantable en el que yo, de manera inconsciente, quedé enganchada a él de tal modo que jamás podría pertenecer a ningún otro porque sólo él tiene la capacidad de dominarme y sólo a él deseo entregarme verdaderamente.

Recuerdo que, tras ese suceso, el primer orgasmo que alcancé fue muy diferente a todos los anteriores de mi vida. La intensidad y las sensaciones en el momento de correrme fueron tan intensas que se convirtieron en una droga para mí a la que ya jamás podría renunciar.

Después de ese primer momento, unos días después, fui yo la que le pedí que me abofeteara. Lo deseaba de verdad, necesitaba sentir en mi mejilla el dolor de la rudeza de sus manos y el calor del escozor. Pero, sobretodo, necesitaba sentirme suya a través de su dominación.
Cierto es que ya me había azotado el culo en varias ocasiones, pero nada fuera de lo normal de cualquier encuentro.

Tardó en decidirse, temía hacerme daño. Realmente es difícil calcular bien la fuerza para causar dolor sin sobrepasarse. Pero yo se lo pedí encarecidamente y logré convencerle.
Las primeras veces eran bofetadas suaves, pero cargadas de simbolismo. Él también comenzó a descubrir que disfrutaba enormemente a través de la dominación y cada vez me pegaba con más fuera y decisión. Los azotes en el culo también fueron aumentando en intensidad.

Tirones de pelo mientras le comía la polla o me sodomizaba a cuatro, insultos bien utilizados en los momentos exactos y tosquedad intercalada con momentos tiernos le convirtieron en un perfecto amante.

Reconozco que hubo ocasiones en las que yo hacía por enfadarle para que, si no podía venir a follarme, conseguir la manera de hacerle aparecer en mi casa para castigarme. Llegaba verdaderamente cabreado y desataba su furia (siempre controlada) sobre mí y dentro mío. 

Con él conocí, por primera vez, la sensación de echar de menos a un hombre desde el mismo momento en el que salía por la puerta de mi casa.

Pero llegó el momento en el que yo le pedía más de lo que él podía darme; unido a que, desgraciadamente, entre nosotros se formó una parábola en la que mientras mi deseo hacia él aumentaba, el suyo por mí disminuía. Eso fue difícil de digerir, sobretodo habiéndose convertido en un hombre tan especial para mí y al haber alcanzado semejante punto de entrega hacia él. Incluso llegó a decirme que, mi entrega y devoción hacia él llegaron a ser una molestia en vez de una satisfacción.

Las relaciones humanas son así.....

Cometí muchos errores llevada por la desmedida pasión y sentí la fría losa de su ausencia cuando se alejó definitivamente con el mismo dolor de una muerte. Lloré noches enteras sin consuelo y deseé odiarlo. Pero llegó el día en que comprendí que debía aceptar que lo nuestro no era recíproco y no se puede obligar a nadie a desear. Aun así, aun hoy, me siento unida a él con una extraña fuerza que hace que mi voluntad sea inquebrantable. 

Cuando te ocurren este tipo de cosas, te das cuenta de que vale mucho más la pena conocer la felicidad durante un breve período de tiempo a pesar del dolor que supone la pérdida, que pasar la vida sin sentir.

Ahora lo he recuperado y no pienso dar ni un solo paso en falso. Porque hay personas que son imprescindibles en nuestra vida, aunque sea en la distancia.




martes, 26 de febrero de 2019

Fantasías

Hace ya un tiempo que mi chico y yo no compartimos cama con un tercero. Y esa fantasía nos ronda la cabeza en cada encuentro en los últimos días.

En el momento de mayor excitación, ambos nos recordamos que estamos ansiosos por invitar a otro hombre a nuestros juegos. Pero reconozco que, a veces, soy un poco pasota y me da pereza ponerme a buscar un hombre que a ambos nos resulte atractivo y que este dispuesto a participar.

El caso es que siempre nos lo imaginamos igual, a ambos nos apetece del mismo modo, tal y como ya ha ocurrido en otras ocasiones.

Últimamente fantaseamos con un hombre maduro, que ronde los cincuenta, con físico cuidado y polla grande. Por algún motivo, ahora a ambos nos atraen más los hombres que peinan canas cuando se trata de juegos a tres. Aunque es cierto que los hombres que nos han acompañado anteriormente rondaban nuestra edad y nos hemos sentido muy a gusto con ellos.

Cuando estamos juntos y follando, ambos comenzamos a relatar como nos apetece que sea el encuentro en cuestión y nos ponemos aun más cachondos, si cabe. La voz de mi chico, junto a su mirada de vicio y placer y el modo en el que me cuenta sus deseos, me pone muy perra. 

"Quiero que te folle" me dice. "Quiero que le pongas la polla muy dura con la boca para que después pueda follarte sin problema el culito. Yo te ayudaré a ponerle bien duro, con la mano y con la boca si es necesario" Cuando le escucho decirme esas cosas no puedo evitar correrme sin parar, mientras asiento encantada a sus planes.

Entonces yo le digo que deseo una doble penetración, que siento la necesidad de sentirme llena de polla. El coño será para mi chico, mientras que el culo estará a completa disposición de nuestro invitado. 
Tengo el antojo de sentir sus corridas dentro, la de mi chico irá directa a mi coño sin filtros, pues no usamos condón y la otra la sentiré entrar a través del preservativo, pero será igual de excitante pues notaré los pálpitos de su polla en mi culo mientras se corre.

"Te comeremos las tetas a la vez, una para cada uno" Sabe bien que eso me vuelve loca. "Después yo te masturbaré el clítoris con su polla, como a ti te gusta, para ponerlo muy cachondo mientras tu te corres como una loca" Escuchando decirme eso y sintiendo su polla entrando armoniosa en mi coño mientras me mira, soy incapaz de contar las veces que llego a correrme.

Le recuerdo, entre orgasmo y orgasmo y con la voz ya entrecortada, que quiero comerme las dos pollas a la vez ocupando toda mi boca. Me gusta sobremanera que ambos miembros se toquen y compartan fluidos mientras observo sus capullos brillantes emanando líquido preseminal que anuncia una gran corrida.

"¿Prefieres tragarte su corrida o quieres que ambos te llenemos las tetas de leche?" me pregunta excitado como un perro. Entonces yo le respondo que me apetece mucho sentir la mezcla de las dos corridas sobre mis tetas, con su calor y textura deliciosa. Después me la esparciré con las manos sobre los pezones y mi pecho. 

No me da tiempo a seguir relatando mis ganas porque mi chico comienza a gemir y a tensionarse, está alcanzando uno de sus maravillosos orgasmos. Es entonces cuando siento entrar su leche caliente a borbotones dentro de mi coño. Para entonces, yo ya he perdido la cuenta de los míos. 

Satisfechos, ambos nos besamos. Una vez más, prometemos que no debemos dejar pasar más tiempo para cumplir nuestra fantasía. Yo doy mi palabra de que ese mismo día me pongo a buscar candidatos pero, pasa el tiempo y así seguimos....

No hay problema, hasta que llegue ese momento, la fantasía alimenta algunos de nuestros encuentros y, por ahora, es suficiente.





miércoles, 30 de enero de 2019

Cuando deseas que sea tu sumisa...

Aquel día no le importó el frío que encogía la noche. Al contrario, las bajas temperaturas que reinaban esa temporada en la ciudad fueron sus aliadas en su placer por torturarme.

Me dio permiso para vestirme con apenas un liguero, su tanga favorito, los zapatos más altos de mi colección y una gabardina beige.

Cuando sonó el sonido del mensaje en mi teléfono, obediente bajé las escaleras que me separaban de su coche y me monté sin mediar palabra. Así me lo había ordenado.

Había pasado un día horrible en el trabajo y decidió que la mejor manera de aliviar su tensión era, sin duda, hacérmelas pasar a mi putas. Me conoce bien y sabe que por hacerle feliz soy capaz de hacer cualquier cosa. 

Cuando me subí a su coche noté de inmediato que su perfume se había adueñado de todo el habitáculo. Sonaba "living on the edge" a todo volumen y él estaba irresistiblemente sexy. Cuando está enfadado es, si cabe, aun más guapo.

Le dí las buenas noches y no obtuve respuesta, cierto que tampoco la esperaba. Me apetecía decirle que apenas me había dado tiempo a prepararme debido a la premura de su aviso, pero sé bien que cuando decide jugar al rol de amo impertérrito y canalla esas licencias no me están permitidas.

Sin mediar palabra me llevo hasta las afueras y paro en el parking del campo de fútbol de nuestra ciudad. En cuanto el coche se detuvo tuve claro lo que quería. No fue necesaria ninguna orden: yo misma abrí la puerta salí fuera del coche.

El frío era desgarrador y noté su bofetada en cuanto me quité la gabardina. La dejé sobre mi asiento y cerré la puerta. Con paso firme y contoneando mis caderas a sabiendas de que él me seguía impaciente con la mirada, me situé delante suyo con las piernas abiertas y los brazos en jarras.
Entonces encendió las luces y todo se volvió blanco de repente. Yo, sin inmutarme, sólo esperaba ordenes.

Me dejo así varios minutos, que a mi se me hicieron horas, disfrutando del placer de saberme tuya.
De repente, se bajaron las cuatro ventanillas y del coche salió  la canción con la que adora que me desnude. Así que allí estaba yo, bailando al ritmo de "crazy", helada por fuera pero caliente como una perra por dentro.

Como él esperaba y sabía, no tardaron en llegar mirones atraídos por el sonido de la música y el espectáculo que una mujer casi desnuda estaba dando al calor de dos focos. Eso me encantó y sabía que a él le estaba gustando aún más.

Uno de los hombres, supongo, debió acercarse a su ventanilla a pedirle permiso y se acercó ávido a tocarme tras su beneplácito. Yo sabía que estaba cuidada por su mirada y me sentía segura, así que le dejé hacer complaciente. Comenzó a sobarme las tetas y agradecí sentir el calor de sus manos. Yo no dejé de bailar, al menos, al principio. 

Cuando quise darme cuenta, ya eran tres los hombres que estaban recorriéndome entera. Uno de ellos, incluso, se atrevió a besarme. Yo accedí obediente; lo que mi chico permitiera estaba bien para mí.
El primero que metió los dedos entre mi tanga, se encontró con el premio de encontrarse un coño empapado y deseoso. No tardo en agacharse para disfrutar del manjar. Con el coño en su boca y mientras seguía siendo sobada con ímpetu por los otros hombres, alcancé un primer orgasmo que me hizo olvidar el frío.

Entonces la música se silenció y, a duras penas por la intensa luz, vi salir del coche a mi chico. Cuando se acercó a mí pude ver en su rostro la satisfacción por el momento que yo le estaba regalando sumisa. Es en esos momentos, cuando veo la felicidad en su cara, cuando me siento realizada y le encuentro sentido a mi entrega por él.

Mi chico me cogió de un brazo y me llevó hasta el capó del coche. En ese momento me dirigió la palabra por primera vez en toda la noche para ordenarme que me quitara el tanga. Una vez lo hube hecho, apoyo mis manos sobre el coche y me abrió las piernas. 

Hizo una señal a los hombres y rápidamente entendieron que en ese momento solo disfrutarían del lujo de ser meros espectadores y se apartaron de mí. Entonces, mi chico, abrió su bragueta y se sacó la polla. Pude notar el calor de su duro miembro junto a mi culo antes de que me la metiera sin piedad. El aullido debió escucharse a varios kilómetros a la redonda y ese fue el disparo de salida para que los hombres que hacían un semicírculo alrededor nuestro comenzaran a masturbarse desesperados.

Mis tetas, con las embestidas, bailaban sobre la fría chapa del coche hasta que llegó el momento en que mi chico me dio un gran azote en el culo y me ordenó que pusiera mis manos hacia atrás. Entonces era mi cara la que sentía el frío del capó.

Sin que yo me diera cuenta, hizo una seña a los hombres. Entonces, se fueron acercando uno a uno para acabar su paja pegaditos a mi. Tenían el permiso para echarme encima su corrida. Cuando sentí el calor sobre mi espalda de la primera lechada alcancé un orgasmo fantástico, pero el segundo llegaría acompañado de un fuerte tirón de pelo de los que me vuelven loca. El tercer hombre tardó algo más en correrse y a punto estuvo de coincidir con el orgasmo que mi chico me regalo en mi dilatado culo. Para entonces, yo estaba gozando del éxtasis de sentir como bajaba la leche del último hombre entre mis nalgas.

Cuando mi chico me ayudó a incorporarme ya no quedaba rastro de ninguno de los otros hombres. Entonces sacó mi gabardina del coche y me la puso con cuidado. Me ordenó que me subiera al coche así, con el traje hecho de corridas. Sabía entonces que no podría limpiarme hasta llegar a casa.

El coche estaba calentito y para el viaje de regreso sonaba "armagedon" pero ya más bajito. Mi chico ya estaba relajado y volvía a tener su rictus normal: sereno y sonriente. Hablamos distendidamente sobre los planes que teníamos para el fin de semana y al llegar a casa él subió conmigo.

Con sumo cuidado me quitó toda la ropa y abrió la ducha. Yo estaba pegajosa y aun sentía frío pese el calor del coche. Me metió dentro de la bañera y me enjabonó con cariño y dedicación. Después, me secó y echó crema hidratante por todo mi cuerpo. Se encargó de ponerme unas bragas y una camiseta de manga larga, que es como a mi me gusta dormir y me metió en mi limpia, cálida y mullida cama. Entonces se desnudó y se acostó a mi lado. Estuvo acariciándome hasta que sintió que mi respiración se volvía más pausada y de su boca salió ese: "gracias princesa" que me da la vida. Entonces cayó dormido a mi lado y ambos pasamos juntos una noche más. 

Quien no sea capaz de entender que esto también puede formar parte del amor verdadero, no entiende de la vida.




lunes, 28 de enero de 2019

Llena de ti

Estoy exhausta y, aún así, sigo sintiéndome vacía de ti.


Llevamos toda la noche follando y el coño comienza a dolerme cuando me penetras, pero no puedo parar de correrme. Es como si no fuera capaz de parar. Mi deseo por ti, en vez de disminuir, aumenta con cada orgasmo. 


Quiero echarle la culpa al alcohol, pero hace horas que ya debió desaparecer de mi sangre. No soy capaz de adivinar el motivo por el que, en este amanecer, me siento como una perra en celo. 


Tu, mi macho fuerte y entrenado, me sigues el ritmo sin preocupación y apenas esfuerzo. Tienes energía y potencial para sobrevivir a mi lado muchas horas más.


Mi pelo está despeinado por el sudor y el desenfreno, sumado a tus tirones y a las posiciones imposibles que logramos hace ya unos orgasmos atrás. 


Las sábanas están empapadas y han sido varias las toallas que hemos echado a lavar. Hoy los squirts están siendo épicos. 


Mi rímel está corrido, soy lo más parecido a un oso panda y el rojo de mis labios está ya tatuado por toda tu piel.


Nunca imaginé que podría llegar a correrme tantas veces y durante tanto tiempo y, aun así, mi coño sigue emanando lubricación indicando que está preparado para una nueva embestida.


Apenas soy capaz de parar a descansar, la necesidad de sentirte dentro comienza poco después de cada orgasmo. Da igual la intensidad del mismo, en cada uno me siento con ganas de más.


Debemos darnos una ducha y tomarmos un café. Ha amanecido hace un buen rato y nuestros cuerpos necesitan un descanso. Eso es lo que dice la lógica, pero mi coño parece tener otros planes.


Te pido que me folles una última vez antes de la obligada parada y, obediente, vuelves a la carga mientras sonríes. Me conoces bien y sabes que las piernas no me dan para más, así que hace un par de horas que tu te encargas de llevar la voz cantante. 


Yo estoy tumbada boca arriba y con las piernas bien abiertas para ti, con el coño enrojecido pero palpitante. La delicada piel de los labios exteriores y el pubis, está resentida y reseca. Pero no me importa, apenas lo siento. Es peor el fuego que me quema por el deseo, un fuego que no soy capaz de apagar esta jornada.


Despacio, vuelves a entrar en mí, tu capullo está ya muy sensible. Primero marcas un ritmo pausado, tranquilo y armonioso y te mantienes así durante varios minutos. Mi coño, que hace tiempo está tan dilatado que apenas puede apretar ya tu polla, comienza a mojarse a borbotones de placer.
Mis gemidos te indican que quiero más fuerte y tu ritmo comienza a acelerarse. Es en ese momento cuando me encanta cogerte fuerte del culo para sentir como lo balanceas en cada embestida.


Más rápido, más y más.,, Hasta que llega el momento en que las penetraciones se transforman en fuertes embestidas y el sonido de lo mojado de mi coño con el roce de tu polla al entrar y salir, se vuelve tremendamente excitante. Mis gemidos te indican que, una vez más, estoy cerca del orgasmo. 


Te aprieto fuerte el culo y mi boca busca la tuya desesperada, mientras tu te afanas en mantener un ritmo alto y potente. De nuevo, llega mi corrida. Acompañada de gritos y azotes en tu culo, mientras mi espalda se arquea y mis piernas se encogen con la tensión. 


Durante la noche, has alternado tus corridas con la labor de darme expresamente a mi el placer. En esta ocasión, una vez  me hube corrido, puedo comprobar que vas a regalar, de nuevo, tu leche.
Tus corridas son mucho más silenciosas pero no por ello menos intensas. Tus huevos apenas gozan ya de producción de leche y apenas descargas unas gotas dentro mío. Pero no hay nada que me guste más que el comprobar que tu leche acaba en su lugar: dentro de su dueña.


No puedo más, mi cuerpo suplica descanso. En el mismo momento que te apartas de mi, caigo dormida sin darme ni cuenta. Aprovechas y te duermes a mi lado. 


Tres horas después, despertamos. A mi me duele todo y tu estás como si nada hubiera pasado. Me encanta comprobar tu estado físico: siempre fuerte.


Ahora si, decidimos que es hora de levantarnos y darnos una ducha. Cómo no, nos la damos juntos y ambos enjabonamos al otro como si nunca hubiéramos gozado de nuestros cuerpos. Tu polla reacciona a mis caricias y mis pezones la corresponden con el mismo nivel de erección. 


Pero parece que el descanso me ha devuelto la racionalidad y decido que es mejor aclararse, ponerse ropa fresca, hidratarnos y alimentarnos.


Con nuestros cuerpos casi repuestos mudamos la cama y ventilamos la habitación. El olor a sexo impregnaba toda la estancia.


Nos volvemos a acostar y nos dedicamos caricias y conversaciones distendidas que, como siempre, nos hacen reír.


No pasa demasiado tiempo hasta que comenzamos, de nuevo, a besarnos. El deseo no se agota, mi deseo por ti no tiene fin. Sé y siento que es recíproco y eso hace que el mío aumente, más, si cabe.


Veremos anochecer de nuevo desde mi cama, entre jadeos y orgasmos sin fin. A eso de las dos de la madrugada caeremos en un profundo coma, uno dentro del otro, enganchados y en posición fetal.


Esta será, sin duda, una de las experiencias más largas de mi vida. Tendrá que pasar más de una semana para que mi coño pueda sentir pasar el pis sin que me resqueme y mi cuerpo se restablezca de las agujetas y el sobreesfuerzo. Pero, sin duda, todo habrá merecido la pena. 


Sabes que lo necesito, necesito sentirme llena de ti. Y tu, jamás pararás hasta haberlo conseguido.