miércoles, 22 de enero de 2020

Ternura

Deseaba ternura, sentirme cuidada. Me apetecía mucho dedicar una tarde a la sensualidad vestida de cariño.
No siempre apetece follar, son muchas las ocasiones en que mi alma y mi cuerpo necesitan ser mimados. Esas en las que, aun siendo desconocido, un hombre te hace el amor.


Le invité a mi casa y aceptó nervioso y encantado.


Pasé la mañana ansiosa, el reloj parecía burlarse de mí. Tenía infinitas ganas de conocerle en persona, auténtico deseo por sentirle, olerle, besarle....


Cuando llegó a la puerta de mi casa se la encontró abierta y no había nadie para recibirle. Eso le dejó descolocado.


-"¿Alba?"- me dijo con voz temblorosa. Por un momento se asustó y temió haber caído en alguna extraña trampa.


-"Adelante, busca el baño"- Esas palabras le confirieron calma, sabía que había acertado al venir a mi casa.

Obediente se adentró a mi casa y buscó el baño. 


Cuando le vi asomar por el quicio de la puerta me encontré ante un hombre nervioso, emocionado y algo excitado. El brillo de su mirada, esa que ansiaba ver en persona, delataba la ilusión por el momento que anticipaba iba a vivir.


Me gustó aun más que en fotos, su presencia era varonil.


Lo que él se encontró al entrar en mi cuarto de baño fue una atmósfera cálida y sensual. La luz provenía de varias velas con aroma a canela. Yo estaba dentro de la bañera, abrazada por agua muy caliente llena de frondosa espuma. Sólo podía verse mi cara, parte de una rodilla y un pie que yo tenía apoyado en el borde de la bañera con estudiada picardía. Mis uñas, pintadas en rojo Chanel.

En el suelo, en una cubitera llena de hielo, esperaban dos cervezas. Conocía sus gustos...

-"Báñame"- le dije, -"házmelo tierno. Lava mi cabeza con dedicación y enjabona mi cuerpo, con tus manos, con tus dedos..."-

No puedo dejar de pensar en la sonrisa que se le escapó de los labios. Esa sonrisa que me derrite y tanto le cuesta enseñar en fotos.

No me hizo falta terminar mi frase para verlo arrodillado a mi lado. Un dulce escalofrío recorrió mi cuerpo. Se quitó el jersey y arremangó las mangas de su camisa.

Me hundí en el agua para mojar mi pelo y, él, al verme, cogió el bote de champú. Se echó un poco en la palma de la mano y la llevó a mi cabeza. Cuando le sentí tocarme, temblé de placer. 
Comenzó a repartir el champú con delicadeza, con ternura. Despacio, sin prisa, disfrutando de cada instante. Mientras, yo le miraba obnubilada, como una niña que se deja hacer y disfruta de que la cuiden.

Mientras lo hacía, no cruzamos palabra. No hacía falta. Nuestros ojos y las sonrisas hablaban. 

Sentí el sonido de la espuma que cubría toda mi cabeza y sus dedos ya se movían con suma facilidad entre mi pelo. Comenzó a masajear mis sienes, mi nuca, toda la cabeza.....y yo sentía un placer tan intenso que mis pezones se pusieron duros como piedras. 

Después de un largo tiempo, aclaró sus manos en el agua y cogió el bote del gel. Nos miramos con cara de deseo. Le sonreí y me sonrió.

Entonces comenzó a lavarme el cuerpo. La excitación me recorrió entera. No deseaba nada más en este mundo que sentir sus manos sobre mi piel. 
Empezó por el cuello y siguió por los brazos, despacio y tierno. Entonces llevó mis hombros hacia delante para indicarme que le expusiera mi espalda y así lo hice. Con un suave masaje me la enjabonó entera, mientras con las palmas de sus manos dibujaba diversas figuras sobre mi caliente piel.

Cuando salió de mi espalda y, nervioso, posó sus manos sobre mis tetas, ahogué un gemido. Como estaba siendo hasta ese momento, me las manoseo con ternura y paciencia. Con un dedo, dibujaba círculos en cada una de mis aureolas rodeando mis pezones. Mi coño palpitaba y mis piernas, como en un acto reflejo, se abrieron. Cada una de mis rodillas tocaba un lateral de la bañera. 
Al verlo, el deslizó una de sus manos por mi barriga, hasta llegar a mi pubis. 
De ahí, pasó a mis piernas dejándome con las ganas.

Le dedicó tiempo a cada una de ellas y también se deleito masajeando cada uno de mis pies. Me gustaba mirarle mientras lo hacía, su entrega y cuidado me estaban volviendo verdaderamente loca. 

En ningún momento desprendió impaciencia, ni prisa...Al contrario, la tranquilidad y la ternura eran su sello.

De repente, secó sus manos. Yo le miré extrañada. Entonces cogió una botella de cerveza, la abrió y me la ofreció. Después se cogió él la otra.

Resulta que era un maestro controlando los tempos.....Parada para aumentar, si cabe, el deseo.

Nos tomamos las cervezas mientras charlamos, una conversación divertida y distendida.
Echamos unas risas y cuando se terminó la bebida, retomamos....

Mi acompañante abrió el grifo y comenzó a aclararme el pelo. El agua caliente resbalaba por mi cabeza desde mi frente y su mano movía mi melena con suavidad.
Entonces me pidió que me pusiera de pie, para aclarar el resto de mi cuerpo.

-"El coño. Se te ha olvidado lavarme el coño"- le dije
-"No lo he olvidado, sólo es que merece una atención especial"- Temblé.

Metió sus manos entre mis piernas indicándome que las abriera. Entonces cambió la posición de la alcachofa de la ducha en modo "chorro intenso" y disparó directamente a mí clítoris. El grito se escuchó en todo el barrio.
Durante un par de minutos, aunque no soy capaz de saberlo con exactitud, estuvo masajeando mi coño con la presión del agua y consiguió que me pusiera verdaderamente cachonda.
Entonces, volvió a coger gel y se dispuso a lavarme. La suavidad del jabón junto son sus manos me llevó a alcanzar el primer orgasmo, apoyada sobre sus hombros y con las piernas temblorosas por la tensión.

Entonces, nos besamos. Nos besamos volcando las ganas que nos teníamos desde hacía tiempo, nos besamos con la pasión que sólo consiguen las personas que sienten verdadero interés en el otro. Su boca es deliciosamente sabrosa y la forma en que besa te transporta a un estado de confort y paz del que nunca quieres salir.

No me quedó otro remedio que encadenar otros dos clímax tras el primero, con uno de sus dedos penetrando mi lubricado culo y su otra mano acariciando mi clítoris con maestría.

-"Me encantaría comerte la polla"- le susurré.

Él, algo más inquieto por la excitación, se desabrochó el pantalón con premura. Entonces, con cuidado, me arrodillé dentro del agua y me la metí en la boca. Noté como le recorría una sacudida que se transformó en un gran temblor.  Se le escaparon varios gemidos y eso me dio alas para succionar con fuerza. 

Me cogió con suavidad por la cabeza y, con ternura acariciaba mi mojado pelo.

Jugué un buen rato con su glande, dándole besos y mordisquitos, alternándolo con momentos en los que me la metía entera en la boca, hasta rozar con mis labios la piel de su pubis. En varias ocasiones me apartó de él, pues a punto estuvo de correrse.

Entonces, un deseo se apoderó de mí.....

-"Entra aquí conmigo y penétrame. Por favor, penétrame"- Se lo dije con ojitos y cara de tremendo vicio. Eso le volvió loco.

Se desvistió y sacó de su pantalón un condón, que se colocó rapidísimo. No había problema, tenía la polla muy dura.

Me ayudó a ponerme en pie y entró conmigo a la bañera. Me colocó de frente a la pared, tiro de mi cadera hacia atrás para colocarme el culo en pompa y, sin dudarlo, me penetró. 
Yo apoyaba mis manos sobre los azulejos, él con una sujetaba con firmeza una de mis tetas y la otra la tenía apoyada sobre una de las mías.

Y no, no me folló. Me hizo el amor con ternura, me penetró con movimientos suaves y tiernos, mientras besaba mi cuello y me susurraba que me deseaba. Así me llevó a correrme otras dos veces.

Entonces salió de mí y me dio la vuelta. Yo subí uno de mis pies hasta apoyarlo en el borde de la bañera. Abrazado a mí, muy pegados y ya mojado, volvió a penetrarme. Yo me sujetaba a duras penas a la mampara y, en algún momento, temí perder el equilibrio. Pero era tal el placer que estaba sintiendo que no podía dejar de pedirle más.

Aún aguantó otro orgasmo mío y, tras él, se dejó llevar y descargó su corrida dentro de mi coño, ya dilatado y palpitante.

Aún permanecimos abrazados un buen rato y nos sonreímos, una vez más, como dos adolescentes.

Se quitó el condón y abrí la ducha en modo lluvia. Los dos agradecimos el calor del agua y dejamos que nos cayera por encima, como acariciándonos mientras nos besábamos. Entonces me dí cuenta de que las escenas de las películas a veces también pueden hacerse realidad.

Entonces yo cogí el gel y le lavé la polla, aun le daban calambres cuando le tocaba. Acabamos de ducharnos y salimos de la bañera.

Me secó el cuerpo con el mismo cariño y dedicación con el que había hecho todo lo anterior, desenredó mi pelo y me pasó el secador. Me encantó sentirme tan mimada y cuidada. Y a él le encantó hacerlo para mí. 

Nos besamos cien veces más y nos abrazamos otras tantas. Ya relajados y frescos nos tomamos otra cerveza y charlamos un buen rato.

Cuando se fue de mi casa y cerré la puerta tras darle las gracias ya comencé a echarle de menos.










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