jueves, 31 de marzo de 2016

Fiesta en club swinger (Parte II)

Me encanta mirar, es cierto. Pero también me vuelve loca sentirme observada. Cuando tengo público delante pendiente de mí, gozo dejándome ver. Me exhibo para ellos, muestro bien mi voluptuoso cuerpo. Si estoy comiendo una polla o coño o dejándome follar o comer, convierto ese momento en un teatro de la realidad en la que actores y público disfrutamos de la misma deliciosa función.

En la fiesta tuve la oportunidad de disfrutar de mil maneras distintas, con varias personas diferentes y en variados escenarios.

Probé la sensación de estar subida en el columpio, bien abierta y sostenida por las anchas correas. Con el coño y el culo preparados para recibir las lenguas que gustaron saborearlos. Mujeres y hombres pasaron ante ellos y, cada dos o tres bocas distintas, sumaba el suficiente placer para llegar a un orgasmo.

Participé en varias orgías que iban surgiendo espontáneamente en los tatamis. Orgías en las que mujeres, cornudos y corneadores se iban repartiendo los papeles. Habitaciones dominadas por la oscuridad, el olor a sexo, los gemidos y las humedades de los fluidos; en los que cualquier boca, coño o polla eran disfrutados y compartidos por cualquier integrante de tan magnífica masa indefinida.

Durante aproximadamente dos horas permanecí en el jacuzzi, abrigada por el calor del agua burbujeante. Desde él no solo me dediqué a observar excitantes escenas, pues esta situado en un lugar privilegiado de la sala para tal fin. También me deleité mamando varias pollas. A una en particular, la más gorda y grande que probé esa noche, le dediqué la mayor parte del tiempo. Una polla deliciosa de capullo gordito y bien redondo. La polla, agradecida, me regalaba de vez en cuando su liquido preseminal y eso aumentaba mi deseo de satisfacerla.
Mientras lo hacía, su dueño sujetaba mi cabeza con autoridad y me miraba con ojos de profundo placer.

A nuestro alrededor, unos diez hombres se masturbaban contemplando la escena y esperando ser alguno de ellos el próximo afortunado. Así fue, esa noche me di un buen atracón de polla. Pollas gordas, delgadas, grandes y pequeñas. Algunas muy babosas, otras secas hasta la hora de la corrida.

A todos ellos les indiqué que se corrieran sobre mis tetas, llegando al punto de reunir sobre mi la leche de seis o siete hombres. No todos pudieron llegar a la ansiada mamada, pues la excitación de contemplar la escena y la expectativa de ser mamados les llevaba a un orgasmo más prematuro del que ellos hubieran deseado. Aun así, su leche era bien recibida por mis tetas.

Mientras me dedicaba a tan deliciosa tarea, algunos se acercaban a mi desde el agua y me tocaban, me besaban el cuerpo, me lamían las tetas.... Disfruté de dos o tres orgasmos gracias a unos buenos dedos que supieron dar en  el punto exacto de mi clítoris que me lleva al cielo.

Había una fantasía que rondaba mi cabeza desde que nos apuntamos a esa fiesta y le pedí a mi pareja que me ayudara a hacerla realidad. La misma consistía en irnos los dos a una habitación vacía; allí él me ofrecería a los demás.
Colocado de rodillas sobre la cama, abrió bien mis piernas y me coloco frente a la puerta, cogiéndome bien fuerte y obligándome a tener mis brazos detrás de mi espalda.
Fui follada por tres hombres, los tres primeros que pasaron por delante y me vieron abierta esperando ser penetrada.  En las tres ocasiones fue algo rápido y de poca calidad, pero lo placentero de la situación compensó con creces esas deficiencias. Me encantó la sensación de sentirme ofrecida por mi pareja.

Sin embargo, el placer máximo de esa noche me lo regaló el chico que, justo al comienzo de la fiesta,  había visto bailando y follando en la barra americana. Le hice sufrir durante toda la noche, pues no paro de intentar tenerme para él solito. Cuando decidí darle (darnos) ese placer, me llevó a la cama redonda. Una cama maravillosa de polipiel blanca situada en medio de una sala al lado del jacuzzi y rodeada de cómodos sillones, para que los espectadores puedieran contemplar las escenas que allí sucedían muy agusto.

El chico tenía un cuerpo espectacular y un culo de los que me gusta recordar de vez en cuando. Esos culos que, cuando se mueven al follar, hacen del sexo un espectáculo en sí mismo.
Su polla tenía la capacidad de mantenerse dura por mucho tiempo, aun en el momento que transcurre de la mamada a la puesta del condón. Esas pollas que saben perfectamente el camino al coño o al agujero del culo y no necesitan ser guiadas por ninguna mano. Esas pollas me encantan.
Además era un verdadero artista de la penetración. Cambiaba de coño a culo sin que me diera apenas cuenta, con una agilidad magistral. Me movía a su antojo de tal modo que me cambio de postura más de cinco veces en el tiempo que le llevo alcanzar su orgasmo.

En un momento determinado comencé a notar más de dos manos sobre mí y fue cuando me di cuenta que estábamos rodeados de varios hombres que, de pie, se masturbaban y me acariciaban viendo como yo era penetrada.
Una vez más, la escena me superaba. Sentirme protagonista de una escena de película porno, siendo follada por todo un experto y rodeada de varios hombres disfrutando y participando de la escena me volvía loca de placer.

El momento álgido de la noche llegó cuando en un arranque de locura, el bombón en cuestión decidió arrancarme el precioso bodystocking que yo llevaba puesto para el deleite de los asistentes y mi climax absoluto. Una de las escenas de mi vida liberal que más grabada tengo a fuego en mi mente. Reconozco que por una parte me fastidió un poco quedarme sin él; pero el momento estuvo tan cargado de morbo, erotismo y pasión que estaría dispuesta a dejarme arrancar uno cada vez que se diera una ocasión así.

A las seis de la mañana, exhausta y satisfecha, me retiré a mi habitación. La mayoría de las personas ya se habían ido a descansar o habían tomado rumbo de vuelta a sus lugares de origen en coche. En la habitación del cornudo consentido aun había algún chico guardando fila para follar a su mujer. Al amanecer, aun la escuchaba desde mi cama gemir y gritar de placer.

Por la mañana, bajamos a desayunar y charlamos amistosamente con las demás parejas que estaban allí alojadas. Muchos de ellos aun se quedarían otra noche más para disfrutar de una nueva fiesta, esa ya dedicada tan sólo a parejas.

Con el coño algo dolorido y una sonrisa de satisfacción en mi cara, cogí rumbo a mi casa jurándome a mi misma que esa tan solo seria la primera de muchas fiestas a las que asistiría. Y, por supuesto, lo cumplí.







NO SOY PERFECTA YA LO SE, NO HAY DUDA
PERO SOY LA PERFECTA PARA TI, LA TUYA.


3 comentarios:

  1. Ésta bien hablar de sexo abiertamente y mejor practicarlo ,por desgracia yo no me como un rosco ,están las mujeres como para decirles guapas ,aún que es como se a de dos mínimo las mujeres lo tenéis más fácil,yo antes no paraba y ahora estoy parado ,chao

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