martes, 1 de marzo de 2016

Aquel maravilloso verano....

Sin duda, el de 2014 fue uno de mis mejores veranos. Fueron tres meses repletos de morbo y sexo, de diversión y descanso, de placer y aventura.

Acostumbro a veranear en un pueblecito de la costa llamado Llanes, que posee las playas más bonitas de todo el litoral asturiano. Mis días allí  trasncurren entre la playa y la piscina, los paseos, los mercadillos, las terrazas, los restaurantes y las noches de orquesta y barraca.

Mi buena estrella quiso ese año que coincidiera tomando un vino en una terracita cerca del puerto con un antiguo amigo, con el que había estado en alguna que otra ocasión. Ese momento, de por si, resultó súper morboso. Cruce de miradas, sonrisas escondidas, instantes de complicidad.....

Resulta que el chicazo en cuestíón trabajaba ese verano de socorrista en las mismas playas que yo solía frecuentar, así que la diversión estaba asegurada.....

Cada noche me enviaba un mensaje diciéndome en qué playa estaría trabajando al día siguiente, pues le iban rotando. Habíamos quedado en que yo siempre me situaría cerca del puesto donde él y su compañero tenían la base. Así nunca habría pérdida y estaríamos el mayor tiempo en continuo contacto visual.

Los días más divertidos eran, sin duda, en los que le tocaba vigilar la playa de Torimbia. Una playa espectacular que nada tiene que envidiar a las del Caribe. El acceso a ella solo es posible a pie y lleva varios minutos caminando, pero la recompensa es visible desde el mismo momento en que la divisas, ya desde la altura.
Aparte de bonita y tranquila, esa playa tiene otra gran virtud: es nudista. Un pedacito de paraíso en la tierra.

Me encantaba llegar a la arena y ver como David me buscaba con la mirada, ansioso por mi llegada.

Era muy morboso desnudarme para él, como si no existiera nadie más en la playa. Como si de un ritual se tratara, iba quitándome prendas hasta quedarme desnuda. Después, untaba toda mi piel de crema. Mis piernas, mis brazos y espalda.....A las tetas y culo les dedicaba un tiempo especial, recreándome bien en ellos. Mientras, sentía su mirada quemándome la piel. A veces, se ponía tan excitado que no era capaz de pararse quieto y sus caras mostraban las ganas contenidas y el esfuerzo porque su polla dura no se notara demasiado en el bañador.  

De vez en cuando, cuando le tocaba hacer ronda por la orilla de la mar, yo me levantaba y decidía darme un baño. Nos cruzábamos varias veces en la jornada pero era, justo en esos momentos, cuando más debíamos disimular, pues su compañero no podía saber que nos conocíamos. 
 
En varias ocasiones, cuando al acabar la jornada de playa para mí y de trabajo para él, las ganas eran demasiado intesas y nuestros compromisos nos lo permitían, nos citabamos en la oscuridad de la noche en mi casa para disfrutarnos y culminar el día como ambos deseábamos.

Siempre nos veíamos de madrugada. Unas veces follábamos en mi cama, otras en la piscina de casa o encima de una hamaca....La palabra rutina no existió para nosotros ese verano.

Recuerdo una noche, a la luz de la luna, que hicimos un anal fabuloso conmigo apoyada en una barandilla de madera que delimita mi solarium. Allí mismo, de pie, me bajó las bragas y me sodomizó el culo mientras masturbaba mi clítoris con una mano y agarraba fuerte un pecho con la otra. 

Dentro del agua tuvimos unos orgamos muy intensos, disfrutando de las vistas nocturnas de la naturaleza rodeándonos por todos lados.

Cuando decidíamos follar dentro de casa, en las noches más frias, nos gustaba hacerlo de una manera más pausada. Los besos, las caricias y los abrazos eran los protagonistas. El primer orgasmo siempre llegaba muy rápido, pues la excitación acumulada de todo el día no nos daba más tregua. Pero, después de ese, venían otros detrás más calmados que nos permitían disfrutar de nuestros cuerpos y nuestras bocas como a ambos nos gustaba.

Octubre llegó y con él, el fin del verano. Durante el invierno siguiente seguimos manteniendo contacto por teléfono y manteniendo una gran amistad. Pero al año siguiente, un trabajo fijo en su ciudad no me permitió volver a repetir la experiencia con mi chicazo. No pasa nada, incluso preferí que todo quedara así. Las segundas partes no suelen ser buenas. De este modo, tengo un maravilloso recuerdo de ese verano y me gusta que así sea. 


NO SOY PERFECTA YA LO SE, NO HAY DUDA.
PERO SOY LA PERFECTA PARA TI, LA TUYA.

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