miércoles, 2 de noviembre de 2016

Reflexiones

Mi vida es una montaña rusa de emociones y sentimientos, es un tiovivo de sensaciones y recuerdos. Cada día no suele parecerse en nada al anterior y mis meses pasan mientras acumulo experiencias que me enriquecen y, a la vez, me destruyen.

Muchas veces, en la soledad de mis pensamientos, tengo la sensación de no haber vivido lo suficiente. Y otras, sin embargo, creo firmemente en que he vivido el equivalente a tres vidas de cualquiera.
Es por ello que no acabo de tener claro si todo lo que he hecho y descubierto realmente me ha servido para algo. 

No acabo de sentirme completa ni realizada. No he cumplido mis objetivos, pese a haber creído hace tiempo que eso estaba superado con creces. 

He vivido tanto en tan poco tiempo que todo ha perdido el sentido. Si todo hubiera ido más despacio, si yo hubiera respetado los tiempos que pueden considerarse "normales", quizá hubiera podido disfrutar de cada momento como Dios manda. 

Y me he dado cuenta de esto un día de la manera más tonta. Sentí envidia sana ante una situación que me pareció fascinante entre dos personas y pensé: "ojalá yo hubiera vivido esto". Al rato de esa reflexión, yo misma me dí cuenta de que no sólo ya lo había vivido, sino que lo había experimentado en más de una ocasión. Pero, sin embargo, no había calado en mí del modo en que yo pensé que debía hacerlo cuando vi a esos desconocidos enfrentarse a dicha situación.

Algo falla entonces. ¿De qué sirve arriesgarse, atreverse, enfrentarse, vencer el miedo o la vergüenza, lanzarse al vacío y cerrar los ojos, hacerse daño en ocasiones y portar cicatrices si, al final, lo bonito del recuerdo no queda grabado en mí?

A todos los que decís que envidiáis mi vida, os la regalo. No la quiero. Cambiaría todo lo que sé y todo lo que atesoro por volver a empezar de nuevo. Daría casi todo por volver a sentirme virgen, virgen de experiencias. 

Quiero temblar de emoción cuando un hombre que me atrae muestra interés por mí, quiero ponerme colorada cuando me lanzan un piropo, necesito sentir mariposas en el estómago cuando me dicen una palabra bonita, me merezco estremecerme ante una situación nueva y distinta para mí.

Y no quiero decir que me arrepiento del sufrimiento y las cicatrices, solo estoy diciendo que ojalá que todo ello hubiera sido por algo que verdaderamente mereciera la pena.

¿Es eso? ¿Será que todavía no llegó la persona que tocara la tecla adecuada? ¿O seré yo que tengo la maldición de no disfrutar como merezco de las cosas?
Lo pienso y lo pienso pero no soy capaz de encontrar la respuesta. Y me temo que ésta está al alcance de mis ojos y yo no soy capaz de verla.

Y, a pesar de que muchas veces me desespero, que nadie se inquiete, que yo espero.....



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