sábado, 28 de noviembre de 2020

El chico que me hablaba por Twitter

Eras el chico que me hablaba por Twitter, eras uno más en la lista. Y hoy, aquí, te pido que jamás dejes de follarme.

Aún me cuesta recuperarme del último orgasmo. No tanto por el clímax final, sino por lo intenso del largo momento que me llevó alcanzarlo. Años, hacía años que no lloraba de placer. Esa sensación imposible de describir que se acerca al misticismo  y que crea un nexo de unión inquebrantable de por vida con el hombre que me lo provoca.

Y, tú, eres ese hombre. 

Estamos empapados en sudor, siento la piel de mi cara tirante fruto de tu semen seco sobre ella. Mi habitación huele a sexo, se puede respirar la humedad de las sábanas de mi cama. Tu barba tiene restos de mi flujo, estamos despeinados y mi cara está congestionada tras la intensidad de varios orgasmos y mis mejillas están coloradas gracias a tus certeras bofetadas.

Esto, tesoro mío, esto que acabamos de vivir en las últimas dos horas, es sexo con mayúsculas. Entrega sin tabúes, sin fronteras, sin normas. La vergüenza, aparcada al otro lado de la puerta de mi cuarto. Tan solo un hombre y una mujer que, en una cama, son capaces de alcanzar la perfección a través del placer de las sensaciones.

Aún tengo clavados en mis ojos el precioso azul de los tuyos. Esa manera de mirarme, con la mezcla perfecta de ternura y vicio, no hizo más que intensificar la humedad de mi coño que, ansioso, recibía tus embestidas con infinita sed de más.

Yo, boca arriba y con mis piernas abiertas como nunca, haciendo de asideros para tus manos. Así mi coño tiene la capacidad de permitir que me penetres más profundo. Sentirte hasta el fondo, con toda la plenitud de tu polla dentro mío y tus huevos rebotando una y otra vez contra perineo. A veces, incluso, sufriendo un placentero dolor que me recordaba que soy tuya por entero.

Me encanta tu pecho, salpicado de un vello casi anecdótico. Morder tus pezones durante un ratito para después pasar a succionarlos con cuidado me vuelve loca. Y la forma en que reacciona tu cuerpo, con pequeños espasmos que acompañas de gemidos, se traducen en muestras de agradecimiento que me hacen muy feliz de provocar tu placer.

Cuando me follas así y mientras te miro obnubilada, me regalas decenas de ostias en mi cara complaciente. Adoro esa sensación de tensión, de no saber si lo que voy a recibir a cada momento es el dolor de una cruel bofetada o la ternura de una dulce caricia. Son muchas las veces que cierro los ojos cuando tu mano se acerca. Y es justo en ese momento cuando me siento niña, niña asustada esperando lo que no se merece pero desea.

Por eso, tras cada bofetada, te miro con ojos de entrega absoluta. Son segundos en los que moriría por ti, segundos en los que nada importa más en el mundo, porque mi mundo eres tú. Y deseo más, y me excito más. Y los orgasmos se suceden uno detrás de otro acompañados de sonoros gemidos y largas convulsiones que me dejan todo el cuerpo tensionado.

Y tú sonríes y no dejas de follarme. Sin piedad, sin cansancio. 

De cuando en cuando masturbas mi clítoris para intensificar aun más, si cabe, mi placer. Y nunca, nunca...dejas de mirarme. 

Sabes que me hace inmensamente feliz complacerte y es por eso que cuando acercas tu cara a la mía con tu boca cargada de deliciosa saliva, abro la mía para recibirla con toda su densidad y dulzura. Entonces la dejas caer despacio desde la altura y la observo como baja delicada conociendo su destino. Mi lengua la recibe ansiosa. Después, me besas muy húmedo jugando con nuestras babas y siento como tu polla palpita encantada dentro de mi coño.

Me encanta tocarte la barbita y pasar mis dedos por tus labios para sentir como me los lames con vicio.

Muchas veces, cuando mi orgasmo está cerca, aprieto fuerte tus hombros o tus brazos. No son pocas la veces que te clavo las uñas de manera inconsciente. Como tampoco lo son las que azoto tu culo mientras me corro mientras te lo anuncio a puro grito. Y eso, a ti, te encanta.

Hoy has decidido correrte sobre mi cara. Me gusta no tener ni idea de dónde acabará tu semen hasta el mismo momento en que tu polla explota de pura necesidad. Sentir el calor y la viscosidad de tu leche sobre mi faz, mientras el aroma a semen se adueña de mi nariz me provoca una sensación de trabajo bien hecho que me satisface a todos los niveles. 

Me encanta sentir y escuchar como te corres.....Eres tan expresivo o más que yo. Gritas, gimes, emites sonidos grotescos y bajas todos los santos que están de guardia en el cielo. Después y mientras tu leche sale desesperada de tu polla como buscando un destino mejor, te quedas parado y tenso como una piedra y dejas la estancia en el más bello de los silencios, mientras tu cara se torna en una expresión casi mística. 

Por ese momento, por vivir esos segundos casi celestiales a tu lado, vendería mi alma al mismo diablo.

Así que aquí y ahora te lo vuelvo a decir. Te suplico que nunca dejes de follarme y le agradezco a la vida que haya confabulado para que tú y yo llegásemos a conocernos.

Porque eras el chico que me hablaba por Twitter y, ahora, lo eres todo.




3 comentarios:

  1. ¡Muy Bueno! Me encantan tus relatos con tintes de sumisa complaciente y viciosa.

    ResponderEliminar
  2. Como echaba de menos estas lecturas

    ResponderEliminar
  3. Qué lindo leerte de nuevo y qué excitante siempre... :**

    ResponderEliminar